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CONSONANTES
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ʝ m mⁿ ɱ n
ɲ p r ɾ ɾ̥ s
s̪̬ t d͡ʒ t͡ʃ ʃ
mpalacios.sierra@gmail.com

El signo lingüístico

Progreso Tópico:

› Ejercicio detonador

A- Ve el siguiente video y observa con atención el trabajo de von Frish para reflexionar sobre las siguientes preguntas:

  • ¿Los sistemas de comunicación utilizados por los animales son propiamente un lenguaje?
  • ¿La intención de manifestar un mensaje es característica común a hombres y animales?
  • ¿Los animales son capaces de entablar un diálogo?
  • ¿La lengua es un código?

Video original tomado de aquí

B- Escribe debajo de cada imagen el mensaje que consideras que está comunicando.

 

 

 

 

Escribe la diferencia que encuentras entre las primeras imágenes y las que aparecen a continuación:

     

SAUSSURE

La lengua es un sistema de signos. Pero, ¿qué clase de signos? La lengua es un sistema de signos verbales y no verbales que posibilitan la comunicación humana.  El signo lingüístico es un signo verbal. Saussure se aproxima a su descripción y sostiene que es la unión de un concepto y de una imagen acústica; es decir, representa la vinculación de un concepto o idea (significado) y con una imagen acústica (significante). Su asociación es arbitraria y convencional.

Es arbitrario porque la vinculación de los elementos del significante (m-a-n-o) no obedece a una necesidad del sistema y podría encadenarse a cualquier otra serie de sonidos (m-a-l-a /l-a-m-a). Prueba de ello es que un mismo concepto se representa con significantes diferentes en las diversas lenguas, por ejemplo, perro, dog, chien.

Es convencional porque su relación obedece a un acuerdo implícito entre los hablantes de una comunidad.


Un signo lingüístico como casa está formado por un significante que sería /kasa/, es decir por la suma de unos elementos fónicos ( /k/ +/a/+/s/+/a/ ) y por un significado que sería la idea o el concepto que tenemos de lo que es una “casa”.

HJELMSLEV

Hjelmslev amplía el concepto de Saussure refiriéndolo a dos grupos de unidades, la expresión y el contenido. “Toda lengua se presenta inmediatamente como un sistema de signos, es decir, como un sistema de unidades de expresión a las cuales está unido un contenido” (1966). Cada una de estas unidades tiene a su vez forma y sustancia. La lengua distingue dos planos:

  1. La expresión o aspecto significante: la ordenación de los elementos fónicos
  2. El contenido o significado, aspecto conceptual, que es objeto de un determinado mensaje.

Las palabras son signos. Sin embargo, determinados elementos de las palabras también pueden ser signos. Por ejemplo, en latín /i/ no es solamente unidad fónica, también es un signo genitivo (pater Pauli) y puede ser un signo de pasiva (amari). Luego, sostiene Hjelmslev, tanto el contenido como la expresión poseen una forma y una sustancia.

  1. La forma es la estructura relacional abstracta que cada lengua impone a la misma sustancia.
  2. La sustancia es la materia, el medio en el que se hacen las distinciones.

En el plano de la expresión:

La sustancia de las vocales va desde /i/ (alta y anterior) hasta la /u/ (alta y posterior) pasando por la /a/ (baja y central). Pues bien, este continuum acústico y amorfo está delimitado en las diversas lenguas de modo diferente. Si trasladamos esta noción a la vida cotidiana, sería parecido a estar en un cocina y tener masa para hornear; con esa misma masa, dependiendo del molde, se puede hacer un pan, un pastel o galletas, pero eso depende del molde, no de la masa. En el ejemplo anterior, la masa sería la sustancia y el molde la forma. En el caso de los sonidos, en español, la delimitación de la sustancia se produce con cinco unidades, pero en portugués europeo se produce con ocho (materia).

La forma, en el campo de la expresión, se da por los tipos de combinaciones fonológicas posibles (manifestación). Por ejemplo:

__________________________

piso

peso

paso

poso

puso

cal mal tal chal sal

__________________________

En el plano del contenido:

La sustancia del significado es igualmente amorfa, es una masa de pensamientos y de emociones que tienen en común los hombres, independientemente de la lengua que hablan, a partir de la cual se forman los significados en las diferentes lenguas por la asociación convencional de un significante con una cierta parte de esta sustancia conceptual. Por ejemplo: los colores, la edad, son realidades extralingüísticas.

La forma del contenido, significado, delimita la sustancia del contenido. Por ejemplo, viejo / antiguo / anciano, pertenecen a un mismo concepto, pero las formas delimitan su significado.

PEIRCE

La preocupación que llevó a Charles S. Peirce a interesarse en el signo lingüístico fue comprender la relación que el hombre establece con su mundo, y la semiótica fue su campo de referencia. El signo, asegura, es algo que está en lugar de otra cosa para alguien. Nada determina que “algo” sea un signo, de tal suerte que cualquier cosa puede ser un signo. Lo dominante, entonces, no es el signo en sí mismo sino la relación que establece, lo que Peirce llamó, el proceso de semiosis. Es decir, el proceso en el que “algo” llega a funcionar como un signo. En este proceso participan tres elementos:

  1. Lo que actúa como signo
  2. Aquello a lo que el signo alude o refiere
  3. La interpretación que el intérprete hace de esta relación.

Estos tres elementos establecen relaciones diferentes.

Por ejemplo:


Todos aluden al mismo objeto representado de distintas maneras; esta diferencia obedece a la relación que se establece entre los tres elementos.

Referencias

Hjelmslev, L. (1974 [1945]) Prolegómenos a una teoría del lenguaje. Gredos, España: Gredos. 1974.

Peirce, Ch. S. (1974 [1966]). Collected papers of Charles Sanders Peirce. EUA: Harvard University Press, .

Saussure, F. (2016 [1916]) Curso de lingüística general. México: Editorial Fontamara, México.


› Siguiente sección – Lectura Obligatoria

M.  Beuchot. (2014). Charles Sanders Peirce. En Semiótica. México: Paidós, pp. 141-157.

 

CHARLES SANDERS PEIRCE

  1. Nexo

El signo es algo huidizo, como buen remedo de la realidad. Casi tiene la impresión de encontrarse algo vivo, movedizo. Esto inclina a la clasificación a procurar encuadrarlo en aspectos, en “vistas” del mismo, a atraparlo en cuanto se deje ver. Y como su “dejarse ver” es precario, inestable, se incurre a veces en la complicación. Complicación que se hace necesaria, y que es causada por el signo mismo. Es el único culpable –y partícipe de la culpabilidad humana, pues es engendro suyo- de que se le obligue a ocupar compartimentos clasificatorios. Tal fue la pena que debieron sobrellevar quienes se han dado a la tarea de precisarlo. Que es una pena constante, que es la misma realidad, que es nosotros mismos.

Paralelamente a los trabajos de Ferdinand de Saussure, que fueron redactados después en la forma del Cours de Linguistique génerale, donde aludía al tratamiento de los signos en su contexto psicosocial, dándole el nombre de semiología, Charles Sanders Peirce trabajaba en lo que él llamaba semiótica, concebida como un estudio de los signos en su contexto psicológico y lógico-filosófico. De ella escriben Ogden y Richards:

La más trabajada y decidida tentativa de proporcionar una explicación de los signos y su significado es, con mucho, la del lógico norteamericano C. S. Peirce, de quien Williams James tomó la idea y el término “pragmatismo”, y cuya Álgebra de las Relaciones Diádicas fue desarrollada por Schroeder. Infortunadamente su terminología eran tan temible que pocos son los estudiosos que han querido dedicar tiempo a dominarla, y la obra nunca se completó.1

Y, en verdad, su terminología es complicada y temible, pero lo hace uno de los pioneros en la ciencia del signo, siendo su semiótica el análogo de la semiología, que se iniciaba con Saussure, aunque con total independencia.

  1. Ubicación del programa semiótico de Peirce

Efectivamente, un poco antes de terminar el siglo pasado, Peirce aludía ya a esta ciencia diciendo: “La lógica, en su sentido general, es… solo otro nombre para la semiótica, la doctrina cuasinecesaria, o formal, de los signos”.2 Y, a pesar de que la filosofía de Peirce atravesó por varias etapas, su teoría de los signos se preservó en lo esencial, enriqueciéndose progresivamente.

Para Peirce el signo en general es aquello que representa un objeto haciendo sus veces, y esto lo hace refiriéndose a alguna cualidad o atributo del objeto. Una relación de significación consiste en un signo que representa algo para alguien en algún respecto. En cuanto que el signo, al que también puede llamársele representamen, hace las veces de, representa a, o refiere alguna cosa, bajo algún aspecto, para alguien, pueden describirse sus elementos de la siguiente manera: este dirigirse a alguien consiste en su relación con una conciencia inteligente, la mente de una persona, creando en ella un signo mental que puede equivaler al signo mismo, o incluso ser más desarrollado. A este signo mental provocado por el primer signo le llama interpretante, en cuanto que es algo que se produce en la mente o cuasimente del intérprete a la manera de un signo segundo. Este representar algo consiste en su relación con aquello que refiere, a saber, su objeto. Y este representar al objeto bajo un aspecto consiste en que no representa sin más bajo todos los aspectos, sino bajo el aspecto que se encierra en una idea, a la que puede llamarse el fundamento del signo o representamen.3

De acuerdo con los elementos que se relacionan con el signo, surgen tres estudios correspondientes:

En consecuencia, ya que todo representamen está así conectado con tres cosas, el fundamento, el objeto, y el interpretante, la ciencia de la semiótica tiene tres ramas. La primera ha sido llamada por Duns Scott grammatica speculativa. Podemos nombrarla gramática pura. Tiene como objetivo determinar lo  que debe ser verdadero del representamen usado por toda inteligencia científica en orden a que pueda encarnar un significado. La segunda es la lógica propiamente dicha (o lógica pura). Es la ciencia de lo que es cuasinecesariamente verdadero de los representámenes de alguna inteligencia científica en orden a que puedan valer respecto de algún objeto, esto es, que puedan ser verdaderos. O también se puede decir que la lógica propiamente dicha es la ciencia formal de las condiciones de verdad de las representaciones. A la tercera, imitando la modalidad de Kant de preservar viejas asociaciones de palabras al buscar nomenclatura para concepciones nuevas, la llamó retórica pura. Su objetivo es determinar las leyes por las cuales en toda inteligencia científica un signo da origen a otro, y especialmente, un pensamiento da origen a otro.4

La referencia del signo tiene, así, tres aspectos relacionales: referencia a la abstracción, referencia al objeto y referencia al interpretante. La gramática pura estudiará la relación de los signos con la abstracción, la lógica pura o crítica estudiará la relación de los signos con los objetos, y la retórica pura estudiará la relación de los signos con los interpretantes. Se preludia lo que serán la sintaxis, la semántica y la pragmática.

  1. Signo y objeto

Como parte fuerte de la semiótica, Peirce se basa en la relación del signo con el objeto que, según hemos visto, pertenece a lo que él llama “lógica propiamente dicha” y que después se llamará semántica.

Signo es “cualquier cosa que determina alguna otra (su interpretante) a referirse a un objeto al que ella misma se refiere (su objeto) de la misma manera, convirtiéndose el interpretante, a su turno, en un signo, y así sucesivamente ad infinitum”.5 Peirce distingue dos clases de objetos: inmediato y dinámico, y tres clases de interpretantes: inmediato, dinámico y final. El objeto inmediato es el objeto según la representación que de él hace el signo. El objeto dinámico es la realidad misma, que determina de alguna manera al signo en su representación. El interpretante inmediato es la posibilidad que tiene el signo de ser adecuadamente comprendido, pero esta comprensibilidad o interpretabilidad la tiene antes de que sea comprendido o interpretado por el intérprete. El interpretante dinámico es el hecho de la interpretación, o lo que de hecho se interpreta en el signo por el intérprete, lo que es experimentado en cada acto de interpretación y difiere de lo experimentado en cualquier otro acto de interpretación, a saber, es el efecto directo y real producido por el signo en el intérprete. El interpretante final es el resultado final y hasta ideal al que está destinado y tiende a producir el signo en el intérprete, de modo que representaría de la mejor manera su objeto si contara con las condiciones ideales para manifestar con plenitud su efecto.

El objeto puede ser real o posible, individual o universal, las cualidades sensibles de una cosa, o su propia esencia -en el sentido que da Peirce a estos términos-. El interpretante es un acontecimiento mental, sea imagen o idea, que suscita la presencia del signo -lo que Peirce llama semiosis-, y esto implica la intervención de la conciencia inteligente en el acontecimiento significativo o semiótico. Este acontecimiento mental, o interpretante, en cuanto que también representa, puede a su vez convertirse en signo. Por tanto, la función principal del signo es representar. Y como para Peirce el signo es un representamen, conviene saber qué entiende por representar. Es “estar en lugar de otro, o lo que es lo mismo, estar algo en tal relación con otro, que, para ciertos propósitos, sea tratado por alguna otra mente como si fuera ese otro”.6 Hay muchas cosas que pueden estar en lugar de otras, desde un embajador hasta una palabra, una fórmula o un libro. Lo que representa a otra cosa recibe el nombre de representamen, y el acto o relación de representar, el de representación. El representamen más importante es el signo.

Los signos representan o denotan objetos. Los objetos que los signos denotan pueden ser perceptibles, o imaginables y hasta inimaginables. Es decir, el significado no está reducido a ser un objeto empírico, sino que puede significarse la propiedad de una cosa, o de una acción, o de un acontecimiento. Por ejemplo, el signo luna denota un objeto perceptible; el signo centauro denota un objeto solo imaginable; el signo rápidamente no denota un objeto perceptible -a menos que se tome como objeto al mismo signo como oral o como escrito-, ni algo imaginable -a menos que se tome al signo oral o escrito en cuanto representable por la imaginación-, si no algo que no se puede percibir en sí ni imaginar en sí, pues requiere ser percibido e imaginado en otro (como atributo de una acción o del que la ejecuta).

Dice Peirce:

En orden a que algo sea un signo, debe “representar”, como decimos, a alguna otra cosa, que se denomina su objeto; sin embargo, la condición de que el signo deba ser distinto de su objeto es acaso arbitraria, porque, si insistimos demasiado en ello, podríamos por lo menos hacer una excepción en el caso de un signo que es parte de un signo.7

Peirce se da cuenta de que un signo puede tener más de un objeto, pero prefiere considerar que el conjunto de objetos que tiene un mismo signo es en realidad un solo objeto: un objeto completo. Al dar razón de por qué significa un signo, se acude a juicios y argumentos, que son, de todas formas, otros signos; así, se da razón de un signo con otro signo, solo que cada vez más amplio, hasta llegar a uno tan amplio que sería signo de sí mismo. Esto nos lleva a concluir que cada signo tiene un precepto, es decir una regla de explicación, de acuerdo con la cual el signo debe ser considerado como algo a manera de “emanación” de su objeto designado.

En su relación cognoscitiva, el signo solo puede representar y aludir a un objeto. No puede darnos conocimiento o reconocimiento de este. Es decir, el signo presupone conocimiento del objeto, solo así podrá suministrar alguna información sobre el mismo. Si no se conoce de antemano el objeto, no se lo puede reconocer en el signo; o, de otra manera, si no se tiene desde antes la presentación cognoscitiva del objeto, no se puede operar la representación de este por el signo, que es en lo que consiste precisamente su función de signo.

Lo que funge como objeto del signo puede ser de diversos modos: cosas individuales que se sabe que existen, o que existieron o que existirán, o conjuntos de estas; cualidades o relaciones que se dan como en un conjunto en el objeto; afirmaciones y negaciones, cosas deseadas, permitidas, obligadas o invariablemente regulares.

  1. Fundamento del signo

El fundamento del signo es cierto aspecto del objeto que representa, y la determinación de ese aspecto la realiza una idea. Por lo mismo, es necesario ver la jerarquía de ideas y à cuál de ellas pertenece el signo. Peirce  propuso una ideoscopía como descripción y clasificación de las ideas. Las divide en tres clases o categorías, que llamó categorías cenopitagóricas: primeridad, segundidad y terceridad. Él mismo las describe:

  1. Primeridad es el modo de ser de aquello que es tal como es, de manera primaria y    sin referencia a otra cosa.
  2. Segundidad es el modo de ser de aquello que es tal como es, con respecto a una segunda cosa, pero con exclusión de toda tercera cosa.
  3. Terceridad es el modo de ser de aquello que es tal como es, al relacionar una segunda y una tercera cosas entre sí.8

A la categoría de primeridad pertenecen las cualidades sensibles y las apariencias, tales como el color y la dureza, que pueden ser percibidas de modo efectivo o aparente.

A la categoría de segundidad pertenece la experiencia de una acción o reacción, sin tomar en cuenta su carácter intencional (pues sería algo “mental”). Tal sería, por ejemplo, la experiencia de un ruido que actúa sobre el silencio; en ello ocurre una relación diádica.

A la categoría de terceridad pertenecen los signos, en los que se relacionan tres cosas: el objeto, el signo interpretante y el signo mismo o representamen. Se trata de una relación triádica.

En esta última categoría de la terceridad se enmarca notoriamente la siguiente descripción de signo aportada por Peirce:

Un signo o representamen es un primero que se coloca en tal relación triádica genuina y respecto de un segundo, llamado su objeto, de modo que sea capaz de determinar a un tercero, llamado su interpretante, a asumir la misma relación triádica con su objeto en la que él se coloca respecto del mismo objeto.9

El signo es lo típico de la categoría de la terceridad, que consiste en una relación triádica que tiene una constancia que la hace de tipo ley, legaliforme. Tal es la estructura y naturaleza general de los signos.

  1. Signos genuinos y signos degenerados

La autenticidad de un signo depende de su presencia vivaz en la conciencia, de modo que si surge su idea o imagen interpretante, el signo se vuelve imperfecto, se degenera. Esto lo explica Pierce con base en la relación triádica que es el signo mismo o acontecimiento semiótico. Hay relaciones triádicas genuinas y degeneradas. Las genuinas son aquellas en las que los correlatos primero y segundo se relacionan siempre en virtud del tercero.  Las relaciones triádicas degeneradas son aquellas en las que no se cumplen esto.

  1. División de los signos

Peirce pasa a analizar las relaciones entre los elementos del signo: el representamen, que es el primer correlato, el objeto, que es el segundo correlato, y el interpretante, que es el tercer correlato. Como son tres elementos, ofrecen relaciones triádicas, y hay tres tipos de relaciones triádicas entre ellos: a) relaciones triádicas de comparación, que se funden en las posibilidades lógicas de significación: b) relaciones triádicas de funcionamiento, que se fundan en los hechos reales; y c) relaciones triádicas pensamiento, que se fundan en las leyes. De aquí surgirán las divisiones de los signos.10

Estos tres tipos de relaciones triádicas nos dan, consecuentemente, tres tricotomías (o divisiones de tres miembros) en los signos, que se fundan en cada una de las tres relaciones mencionadas,: a) La primera resulta de que el signo sea una cualidad, un existente real o una ley general; b) La segunda resulta de que la relación del signo con su objeto sea una relación del signo consigno mismo, una relación existencial con el objeto o una relación con el interpretante; y c) La tercera resulta de que el interpretante represente al signo como signo de posibilidad, como signo de hecho o como signo de razón.

La primera tricotomía, fundada en la naturaleza materia del signo –como signo es en sí–, da los siguientes casos: cualisigno, sinsigno y legisigno.

  1. Un cualisigno es una cualidad que se constituye en signo. En cuanto cualidad, no puede fingir como signo sino hasta que se le formule como tal. Por ejemplo, una sensación de color es una cualidad que se percibe aisladamente, pero puede constituirse común a muchas cosas, y puede, por lo mismo, representarlas o designarlas de alguna manera.
  2. Un sinsigno es una cosa o acontecimiento real que se constituye en signo. Consta de cualisignos, y es signo bajo las condiciones de estos: hasta que sea formulado como tal, pero tiene mayor grado de significatividad. Por ejemplo, el signo escrito es un objeto individual, pero es un signo por servir para los fines de la significación.
  3. Un legisigno es una ley que se constituye en signo. Alcanza el rango de signo por convención humana, es un signo convencional. Cada una de sus instancias es una réplica suya. Y a cada réplica es un sinsigno, y dicho sinsigno o réplica se convierte en signo por virtud de una ley convenida que lo hace tal. Por ejemplo, las palabras “un” y “caballo” son cosas concretas (con materialidad acústica o gráfica), pero la convención humana ha hecho que signifiquen –en castellano– la unicidad y el animal en cuestión.

La segunda tricotomía, fundada en las relaciones del signo con sus objetos nos dan los siguientes signos: ícono, índice y símbolo.

  1. Un ícono es un signo que, por virtud de su naturaleza o caracteres propios, refiere o denota su objeto. Ya que tiene naturaleza y propiedades, es una identidad que subsiste y es ella misma, aunque no exista lo que denota. Pero, como condición para que sea signo, debe de existir la cosa que denota, y debe ser como ella. Por ejemplo, una visión debe corresponder a lo visualizado que representa, una pintura debe corresponder a lo que el pintor quiso que representara, una sinfonía debe corresponder a la expresión emotiva que el compositor quiso representar en ella.
  2. Un índice es un signo que, por virtud del reflejo que efectúa de un objeto, es decir, por ser afectado y determinado por el objeto, refiere o denota ese objeto. Por implicar alguna cualidad común con el objeto que lo afecta o lo determina, implica de alguna manera un ícono; pero es un ícono de tipo muy especial, que no se reduce a la semejanza con el objeto, sino que requiere la efectiva modificación que el objeto introduce en el signo. Por ejemplo, el síntoma de una enfermedad es un índice, porque la enfermedad es lo que determina al síntoma. De modo que, tomada la enfermedad en abstracto, el índice (e. el síntoma) que la representa es un legisigno, o signo general de una ley; pero, tomada la enfermedad en un caso concreto, el índice (i.e. el síntoma) que la representa es un sinsigno, o signo de un hecho particular.
  3. Un símbolo es un signo que, por virtud de una ley asociativa de ideas que hace que se interprete como tal, refiere o denota un objeto. En cuanto que el interpretante se ve obligado por la ley a interpretarlo así, el signo de un legisigno; actúa a través de una réplica; es general y el objeto que denota es también general. Implica instancias existentes, y es afectado o determinado por ellas, es decir, implica un índice; pero las instancias lo hacen un signo gracias a una ley general establecida. Por ejemplo, las palabras, enunciados, fórmulas y hasta los libros son símbolos, pues significan debido a una convención.

La tercera tricotomía, fundada en las relaciones del signo con sus interpretantes, nos dan los siguientes signos: tema, signo dicente o dicisigno y argumento, que corresponden a la división tradicional de término, proposición y argumentación.

  1. Un rema de un signo que representa para su interpretante una clase de objetos posibles. En cuanto que alude a la mera posibilidad, puede implicar información, aunque no se interprete como proporcionando tal información.

Puede servir como ejemplo cualquier palabra que sea un término. Siempre detonará una clase, así se trate de un nombre propio o un nombre común. Por eso Peirce elimina los nombres comunes de su álgebra general, pues siempre el nombre, aunque se le llame propio, será común, en cuanto que denota una clase y no un solo individuo. Nunca denotan verdad o falsedad, exceptuando las palabras “sí” y “no”.

  1. Un dicisigno es un signo que representa para su interpretante un hecho con existencia real. Implica un rema como parte de él, para describir el hecho que se interpreta que indica. Pero este rema, aun cuando es parte esencial del decisigno, nunca llega a constituirlo en su totalidad, siempre será una parte. Como ejemplo de decisigno se puede tomar cualquier proposición, pero no es que sea de hecho aseverada, hasta con que sea susceptible de serlo. En este sentido, es el reconocimiento de una creencia, y cuando se asevera, su verdad o falsedad desencadenan una conducta (propia o ajena).
  2. Un argumento es un signo que representa para su interpretante una ley general. Pero no es necesario que se refiera a lo real; basta con que se interprete “como si” fuera un signo del interpretante o “como si” se refiriera a un estado de cosas en el que se dan por supuesto las premisas, pues el signo del interpretante es un dicisigno, y este había es argumento, sino proposición. Como ejemplo puede servir la conclusión de cualquier argumentación que pueda caracterizarse como razonable.

De las tres dicotomías enlistadas, Pierce extrae una división de los signos en diez clases. Estas diez clases pueden tener, a su vez, otras subclases.

  • Cualisigno (por ejemplo una percepción de rojo). Según se ha visto, es una cualidad. Pero la cualidad, por ser algo que es en sí mismo, requiere algo más para ser signo; tal requisito es la similitud con el objeto. Ahora bien, si es signo en virtud de cierta característica en la que comunica con su objeto, es un ícono. Y si la cualidad es algo que puede considerarse como meramente posible, es además un signo de posibilidad lógica o de esencia, a saber, un rema.
  • Sinsigno icónico (por ejemplo un diagrama individual). Es un objeto existente que, gracias a una cualidad, determina la idea de un objeto. Dado que es un ícono o signo gracias a cierta similitud común con la cosa, es también un signo de esencia, un rema. Y, dado que es un sinsigno, o signo de una cosa real, puede servir de sustrato a un cualisigno.
  • Sinsigno remático indicial (por ejemplo un grito espontáneo). Es un objeto que dirige la atención a otro objeto que es la causa de que aparezca como signo. En cuanto que es algo real que significa por determinar la idea de algo en virtud de una cualidad, implica un sinsigno icónico, pero no se identifica con él, porque dirige la atención del intérprete del signo hacia el objeto denotado.
  • Sinsigno dicente (por ejemplo una veleta o una fotografía). Es un objeto sensible que se constituye en signo por aportar información sobre otro objeto. Como solo puede cumplir su cometido si es afectado o determinado por su objeto, es un índice. Y debe implicar un sinsigno icónico para que sustente la información, y un sinsigno remático indicial para dirigir la atención al objeto sobre el que informa.
  • Legisigno icónico (por ejemplo un diagrama, prescindiendo de su individualidad de hecho). Es una ley general que se constituye en signo por virtud de sus instancias, que sustentan una cualidad y pueden así evocar en la mente un objeto parecido. En cuanto que es un ícono, es también un rema. En cuanto que es un legisigno, rige a las réplicas individuales, que son ciertos sinsigno icónicos.
  • Legisigno remático indicial (por ejemplo, un pronombre demostrativo). Es una ley general que se constituye en signo si sus instancias están realmente afectadas o determinadas por su objeto, de modo que dirijan la atención sobre dicho objeto. Sus réplicas, en cuanto determinadas por el objeto, son sinsignos remáticos indiciales. Y, en cuanto que su interpretante lo interpreta como ley general a través de sus réplicas, es en cierta medida un legisigno icónico.
  • Legisigno dicente indicial (por ejemplo, un grito en la calle). Es una ley general que se constituye en signo si sus instancias están realmente afectadas o determinadas por su objeto, de modo que no solo llame la atención sobre su objeto, sino que proporcione información precisa relativa a dicho objeto. En cuanto brinda información, implica un legisigno icónico; en cuanto denota al objeto sobre el que informa, implica un legisigno remático indicial; y, en cuanto sus instancias están determinadas por el objeto y además informan sobre él, sus réplicas son ciertos sinsignos dicentes.
  • Símbolo remático o rema simbólico (por ejemplo, un nombre común). Es un signo que denota a un objeto por una ley general –de asociación psicológica–, de modo que su réplica evoca en la mente una imagen que, siguiendo las leyes de asociación psicológica y por ciertos hábitos o disposiciones mentales, provoca un concepto. La réplica del signo es representada como un signo que es instancia del concepto. Por ser signo, es legisigno. Su réplica es un cierto sinsigno remático indicial, pero muy peculiar, pues también tiene algo de legisigno remático indicial y de legisigno icónico.
  • Símbolo dicente (por ejemplo, cualquier proposición). Es un signo que denota un objeto gracias a la asociación de ideas generales, que en este caso son símbolos remáticos. Difiere de estos últimos por el hecho de que el interpretante lo interpreta como realmente afectado o determinado por su objeto, de modo que la existencia o ley general que representa debe estar efectivamente relacionada con el objeto representado. Por eso tiene algo de legisigno dicente indicial. En cuanto compuesto de símbolos remáticos, implica un legisigno icónico para expresar su información, y un legisigno remático indicial para dirigir la atención sobre el objeto del que informa. Su réplica tiende a ser un sinsigno dicente, pero de clase peculiar, pues se requiere que la información verse sobre un hecho real.
  • Argumento (por ejemplo, cualquier argumentación, de la que se toma solo en cuenta la “conclusión”). Signo que es interpretado por el interpretante como signo resultante de una ley general, a saber, la ley del paso de premisas a conclusiones para llegar a una verdad. Así, su objeto de general, y por ello es un símbolo; como símbolo, es también un legisigno; y su réplica es un signo dicente.

Esta división fue agrandada sucesivamente por Peirce. Dedicaremos nuestra atención solo a las subdivisiones más importantes.

En primer lugar, aparecen las subclases del ícono, el índice y el símbolo,11 que se establecen en la primeridad, segundidad y terceridad.

El ícono es el signo que más tiene de primeridad, pues es cualquier cualidad (la cual entra en la categoría de primeridad) que puede constituirse en signo por la semejanza que tiene con el objeto y porque se le hace ser un signo a modo de “sustituto” de lo significado. El icono en cuanto tal es la idea, porque solo representa algo a título de posibilidad. En cuanto mera semejanza de una posibilidad, sin designación concreta, mejor le estaría el nombre de hipoicono. Hay tres clases de hipoicono, que participan en distinta medida de la primeridad: imágenes, que representan cualidades simples y que son las más primarias; diagramas, que representan relaciones de cosas o de partes de cosas por analogía con dichas relaciones; y metáforas, que representan ciertas relaciones de manera más diluida, por el paralelismo de un representamen con otra cosa distinta.

El índice o sema es el signo que tiene más segundidad, porque es como el individuo segundo de un individuo primero; no se basa en cualidades sensibles del objeto, sino en cierta conexión (espacio-temporal) con él o en cierta asociación con su representación (sensorial o memorística). Por ejemplo, la ropa de un hombre, que me indica que es policía. Pero si denota un objeto manteniendo con él una relación real, pero son ser él mismo un elemento individual, es un subíndice o hiposema. Por ejemplo, un nombre o un pronombre, que me representan j me indican el objeto al que se refieren de un modo no tan claro como el índice del ejemplo anterior.

El símbolo es el signo que tiene más terceridad, porque representa al objeto en virtud de una ley, pudiendo decirse que el símbolo mismo es la regla que determina a su interpretante. Tiene terceridad porque es lo más alejado a las cualidades sensibles del objeto, que son lo más primario. Es el que denota de manera menos concreta, teniendo el más algo grado de legalidad o de carácter meramente posible. Incluso nunca denota a un individuo, sino solo a una clase de individuos. Por ejemplo, la palabra hombre no denota ningún hombre en particular, sino a la clase de los hombres, es decir, el concepto de hombre.

También son importantes las subclases del rema, el dicisigno y el argumento.

El rema de caracteriza y se divide así:

Si fueran borradas ciertas partes de una proposición de modo que resultaran “vacíos” en los lugares, y si esos vacíos fueran de naturaleza tal que si cada uno de ellos se llenara con un nombre propio el resultado fuera una proposición, entonces la forma vacía de proposición que fue producida voir las borraduras de llaman un “rema”. De acuerdo a que el número de vacío en un tema sea 0, 1, 2, 3, etcétera, se podrá llamar rema “medádico”, “monádico”, “diádico”, “triádico”, etcétera.12

El dicisigno o proposición contiene las siguientes clases: dicisigno o proposición particular, que es la que representa un hecho de existencia, por ejemplo “Algún cisne es negro”, es decir, existe al menos un cisne negro. Universal, que es la que representa una ley real, por ejemplo “Ningún cisne es negro”. No-relativa, que es la que no atañe a la identidad ver la clase de los cisnes y la de los objetos negros, en el sentido de que cualquier objeto, o no es cisne o no es negro. Relativa, que es la que atañe a la identidad de más de un individuo; por ejemplo “Tome cualquier individuo, A, que le plazca, y después un individuo, B, podrá encontrarse, tal que si A es una ciudad de más de cien mil habitantes, B será un punto en este mapa que corresponda a A”.13 Simple, que es la que constituye una sola proposición. Compuesta, que es la que consta de más de una, como en el caso de las hipotéticas, que son copulativas, disyuntivas y condicionales (que, para Peirce, se reducen en realidad a las disyuntivas).

Los argumentos incluyen tres clases: deducción, inducción y abducción.

La deducción es un argumento que representa a su interpretante el lado de premisas verdaderas a conclusiones verdaderas. La deducción puede ser necesaria o probable. Es necesaria si no depende de la frecuencia, sino que su interpretante se basa en la inferencia que se da de conclusiones verdaderas a partir de premisas verdaderas, es decir, es la producción de símbolos dicentes por medio de un diagrama. La deducción necesaria puede ser corolarial o teoremática. Es corolarial si representa las condiciones para que se dé la conclusión mediante un diagrama, y las encuentra por la inspección de ese diagrama tal cual es en sí. Es teoremática si representa dichas condiciones y además las encuentra mediante un experimento en el diagrama, de modo que las encuentra por inspección de ese diagrama modificado por el experimento realizado en él. Es probable si su interpretante la representa como basada en la frecuencia. Puede ser estadística o propiamente probable. Es estadística si razona sobre las frecuencias con certeza absoluta. Es propiamente probable si no procede con certeza absoluta, pero como alcanzable en la mayoría de los casos a largo plazo.

La inducción persigue proposiciones o símbolos dicentes acerca de una cuestión determinada, mostrando que, si de persiste en ese método, de llegará respecto de cada cuestión, o a la verdad, o a un acercamiento indefinido a la verdad. Puede ser argumento de interjección, verificación experimental de una predicción general, o argumento de una muestra aleatoria. El argumento de interjección procede negando que una clase de acontecimientos de llegue a producir alguna vez. La verificación de una predicción general procede realizando las condiciones de la predicción y concluyendo que su verificación depende de la frecuencia con que de encuentra realizada experimentalmente. El argumento de una muestra aleatoria procede buscando la proporción de los elementos de una clase finita que se dice tienen tal cualidad, seleccionando muestras de esa clase para determinar la frecuencia de esa cualidad, y concluyendo que esa frecuencia será constante.

La abducción persigue predicciones generales de las cuales no puede asegurar su verdad, ni tomada en general, ni respecto de un caso especial. Pero es un intento de regular racionalmente conductas futuras.14

  1. Apreciación crítica

Peirce retoma la definición de signo que de hizo tradicional a partir de San Agustín y la escolástica. Ese signo lo que representa a otra cosa diferente de sí mismo, y hace sus veces antes la facultad cognoscitiva. El acto de significación se realiza a través de una entidad intermediaria entre la cosa y la palabra, y es una entidad intermediaria que se da en la mente. Añadiendo a esto la distinción fregeana de los aspectos de la significación (sentido y referencia), se tiene una explicación del signo bastante completa.

Su concepción de la semiótica es muy aproximada a la que de tiene actualmente. Su distinción de los tres estudios del signo preludia a la sintaxis, la semántica y la pragmática.

Es cierto que su clasificación de los signos es demasiado complicada, y que deja, en algunos puntos, mucho que desear en cuanto a la claridad y a la precisión. Por ejemplo, el caso de los cualidades tomadas como signos (aquellas que más tienen “primeridad”), pues nos parece que solo puede hablarse de las cualidades como signos en un sentido muy traslaticio; o el caso del símbolo –y es un punto esencial–, que requiere una descripción más amplia, atendiendo no solo a la asociación prefijada h establecida por los usuarios, sino además al carácter de relación de analogía con lo simbolizado que presupone dicha asociación establecida por los usuarios de símbolo.

Lo que más se ha reprochado a Peirce por los estudiosos actuales es el carácter mentalista de si semiótica (los interpretantes no son otra cosa que imágenes de ideas). Sin embargo, esto nos parece un acierto suyo, y abre a una explicación psicológica del signo que no es tan restringida como la conductista. Por eso la reserva de Charles Morris, cuando escribe:

Nuestro enfoque concuerda con Peirce en cuanto a la importancia que concede a la conducta pero no en lo que respecta a dos formulaciones mentalistas (…) Pero Peirce, al rechazar el antiguo mentalismo cartesiano y por la importancia que asigna al hábito de su explicación de los signos, ha señalado por lo menos una dirección posible para lograr una teoría más avanzada de los fenómenos del signo.15

De hecho, la semiótica iniciada por Peirce encontrará continuidad por medio de Morris, y, mediante él, por medio de Carnap, hasta nuestros días. Uno de estos eslabones lo constituye la obra de Ogden y Richards, a la que pasaremos enseguida.

NOTAS

1 C.K. Ogden e I.A. Richards, El significado del significado, Buenos Aires, Paidós, 1964 (2a. ed.) p. 292. Ver, además, M. Beuchot, “La función del pensamiento dentro del fenómeno semiótico en Peirce y la Escolástica”, en Investigaciones Semióticas (Valencia, Venezuela), 4 (1984), pp. 133-144; el mismo, “La filosofía escolástica en los orígenes de la semiótica de Peirce’: en Analogía (México), V/2 (1991), pp. 155-166; el mismo, “El pensamiento y su relación con el signo en Peirce y la escolástica”, en Morphé. Ciencias del lenguaje (Universidad Autónoma de Puebla), 5/8 (1993), pp. 133-142; el mismo, “Clasificación de los signos, argumentación e influencia de la escolástica en Peirce”, en Acciones textuales (Universidad Autónoma Metropolitana, México), 4-5 (1993), pp. 125-140; el mismo y J. Deely, “Common Sources for the Semiotic of Charles Peirce and John Poinsot”, en The Review of Metaphysics(Washington), 48 (1995), pp. 539-566; el mismo, “El realismo escolástico de los universales en Peirce”, en Anuario Filosófico (Pamplona, Navarra), 29/3 (1996), pp. 1159-1172.

2 Collected Papers of Charles Sanders Peirce, editados por C. Hartshorne y P. Weiss, Cambridge, Mass., The Belknap Press of Harvard University, 1965, vol. 2, parágr. 227. Citaremos abreviando el título, añadiendo el número del volumen y el número del parágrafo, del siguiente modo: C.P., 2.227, siguiendo una costumbre ya establecida.

3 C.P., 2.228.

4 C.P., 2.229.

5 C.P., 2.303.

6 C.P., 2.273.

7 C.P., 2.230.

8 Charles S. Peirce’s Letters to Lady Welby, editadas por I. Lieb, New Haven, 1953, carta del 12.10.1904.

9 C.P., 2.2274.

10 C.P., 2.243-263.

11 C.P., 2.276-284.

12 C.P., 2.272.

13 C.P., 2.271.

14 C.P., 2.266-270. Cf. J.K. Feiblemann, An Introduction to Peirce’s Philosophy (1960). (Foreword by Bertrand Russell), Londres, Allen and Unwin, pp. 99-102 y 116-123. Ver, además, C. Hookway, Peirce, Londres y Nueva York, Routledge (1992), pp. 118 ss.; y F. Merrell, Peirce,  (1997). Signs and Meanings, Toronto-Buffalo-Londres, University of Toronto Press, pp. 52 ss.

15 Morris, C. (1962). Signos, lenguaje y conducta, Losada, Buenos Aires, pp. 278-279.


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Beuchot, M. (2014). Semiótica. México: Paidós.

Saussure, F. (1998). Curso de lingüística general. Madrid: Alianza.

Quilis, A. (1993). Tratado de fonología y fonética españolas. Madrid: Gredos.

 


  › Siguiente sección – Ejercicios

1- Después de haber leído los fragmentos de Saussure, Hjelmslev y Pierce, conteste las siguientes preguntas.

a) Reflexione sobre la arbitrariedad del signo lingüístico para reconsiderar si el grado de arbitrariedad entre significante y significado es siempre igual. Asigne, en la siguiente lista de palabras, de acuerdo con su percepción, el valor de arbitrariedad, donde 1 es menos arbitrario y 3 muy arbitrario.

Zumbar
Hablar
Piar
Cantar
Tararear
Pensar

 

b) Comenta qué relación encuentras entre los dibujos, las letras repetidas y las imágenes:

c) Dibuja en una hoja las siguientes palabras: fortaleza, alegría y correr para practicar tu proceso de semiosis.

 

2- Ahora realiza el siguiente ejercicio


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