skip to Main Content
VOCALES
a a+ ã
e
i j ĩ
o õ
u w ũ
CONSONANTES
b β̞ d ð̞ f g ɣ̞
x k l
ʝ m mⁿ ɱ n
ɲ p r ɾ ɾ̥ s
s̪̬ t d͡ʒ t͡ʃ ʃ
mpalacios.sierra@gmail.com

Fonologización, desfonologización y transfonologización

Progreso Tópico:

› Ejercicio detonador

Observa la siguiente imagen con un comparativo entre monedas mexicanas antiguas y actuales, y responde las preguntas a continuación.

  • ¿Cuál de los dos inventarios de monedas es más grande? ¿El antiguo o el moderno?

  • ¿Qué monedas no existían en el inventario antiguo y existen en el moderno?

  • ¿Qué monedas no existen en el inventario moderno y existían en el antiguo?

  • ¿El inventario moderno corresponde a las monedas que están en circulación? ¿Por qué?

  • Aunque presentan la misma denominación, ¿crees que tenía el mismo valor la moneda de $5 de 1981 y la de 2001? ¿Y las demás?

  • ¿Qué monedas que están en circulación faltan en el inventario moderno?

 

En México, en 1993 cambió la unidad monetaria, en la que se eliminaban tres ceros al peso. A continuación presentamos un anuncio de la época en el que se explicaba la conversión.

 

Fuente: https://www.eluniversal.com.mx/colaboracion/mochilazo-en-el-tiempo/nacion/sociedad/cuando-un-bolillo-costaba-mil-pesos

¿Qué diferencias observas al comparar las dos unidades monetarias?

Imaginemos que tenemos un diccionario (que nombraremos Diccionario A) que contiene todas las palabras que se hablan en español. Por tanto, representaría el inventario léxico de la lengua. Pongamos, por caso, que el Diccionario A consigna ocho millones de palabras, el total hipotético del léxico del español. Sin embargo, pasado el tiempo, hay palabras que se dejaron de usar y muchas otras nuevas que se integraron a la lengua. Entonces, se hace necesario hacer otro diccionario (al que llamaremos Diccionario B) que consigne todas las palabras; este nuevo inventario ahora contiene diez millones de palabras. Entre el Diccionario A y el Diccionario B, cuantitativamente, hay una diferencia de dos millones de palabras, es decir, ha aumentado el inventario. Pero no sólo eso, dentro de las palabras que se mantuvieron de un diccionario a otro, hubo algunas que, si bien no se perdieron, cambiaron. Veámoslo en un esquema con algunas palabras.

Diccionario A Diccionario B
casa casa
azul azul
obscuro oscuro
coche coche
libro libro
—— e-book
leontina ——

 

Si comparamos las palabras de estos diccionarios, observaremos que hay: 1) palabras que son idénticas entre uno y otro (es decir, se mantienen): casa, azul, coche y libro; 2) una palabra nueva en el Diccionario B: e-book; 3) una palabra que aparece en el Diccionario A, pero que desaparece en el Diccionario B: leontina; 4) una palabra que cambia de un diccionario a otro, pero no se pierde: obscuro > oscuro.

Así, podemos clasificar las diferencias entre el Diccionario A y el Diccionario B en tres tipos de cambio:

  • Creación de nuevas palabras
  • Pérdida de palabras
  • Transformación de palabras

En ninguna lengua del mundo hay la posibilidad de que exista este tipo de diccionarios, que contengan todas las palabras que se emplean, puesto que continuamente se están creando nuevas voces, cayendo en desuso otras y transformándose algunas más. Sin embargo, este ejemplo nos servirá para entender qué pasa con los sonidos de una lengua, en este caso, el español.

A diferencia de lo que sucede con las palabras, sí es posible saber cuántos son los sonidos distintivos (a los que llamaremos fonemas) que se emplean en la lengua. Se puede decir que las palabras conforman una “lista abierta”, que puede disminuir o incrementarse, en tanto que los fonemas de la lengua constituyen una “lista cerrada”: estos sonidos distintivos están contados y, a lo largo de la vida de un hablante, no cambian.

Hagamos una distinción entre los inventarios de consonantes del latín clásico y del español en distintas etapas de su historia. No nos vamos a detener en las características distintivas particulares de cada sonido, puesto que se estudiarán más adelante.

A continuación presentamos el esquema consonántico del latín clásico. Como podemos observar, el latín tenía 13 consonantes.

Del latín al castellano del siglo XII, aumentaron las consonantes, de manera que el inventario fonológico llegó a ¡23 sonidos distintos!

 

Como se aprecia en la imagen anterior, lo problemático del aumento de sonidos en castellano no fue la cantidad de sonidos creados, sino que muchos de ellos se concentraron en la misma zona (antes y después de los alveolos). Esta saturación de sonidos en un espacio muy pequeño condujo a una simplificación del inventario en el siglo XV.

Esta simplificación no fue suficiente, puesto que en el siglo XV dos sonidos seguían teniendo rasgos similares (/t͡s/ y /ʃ/), por lo que se produjo un segundo reajuste en el siglo XVII.

 

En el siglo XVII, se tiene la misma cantidad de sonidos (19 fonemas) que en el siglo XV; sin embargo, están mejor distribuidos en la cavidad bucal. Este inventario de consonantes es el que tenemos hasta la actualidad.

 

Hagamos el recuento. En el castellano del siglo xiii se crean diez fonemas nuevos, en comparación con el latín clásico. Este incremento de sonidos en el inventario se conoce como fonologización. Del siglo XIII al XV, se pierden dos sonidos (/d͡z/ y /ʒ/); ese fenómeno es conocido como desfonologización. Y, finalmente, del siglo XV al XVII, esos mismos dos sonidos cambian de posición (/t͡s/ > /θ/ y /ʃ/ > /x/), es decir, no se pierden sino se transforman; ese fenómeno es conocido como transfonologización.

› Siguiente sección – Lectura obligatoria

E. Alarcos Llorach. (1965). Fonología española. Madrid: Gredos, pp. 131-133.

 

Fonologización

Cuando, por ejemplo, una variante de realización de un fonema, por una causa u otra, se aleja de la realización normal de tal fonema y se generaliza la pérdida del sentimiento de su identidad, puede darse el caso de que adquiera función distintiva, con lo cual la variante en cuestión se fonematiza, se convierte en nuevo fonema con propiedades distintivas particulares. En la fórmula general, las variantes A y B de un determinado fonema N aparecen en distintos puestos del decurso; por ejemplo, A sólo ante el fonema X, y en los demás casos B; sí, por causa de un cambio fonético, B resulta empleada ante el fonema X, las dos variantes A y B, al poder aparecer ante el mismo contexto con valor distintivo, cesan de ser consideradas como tales variantes: se fonematizan, y la diferencia fónica que las distinguía pasa a ser diferencia fonológica. A’ y B’, aunque fonéticamente sean iguales a A y B, son ahora fonemas distintos. Por ejemplo: la variante palatal [k’] del fonema latino /c/ sólo aparecía ante vocal palatal /e i/; pero al perderse el elemento /u/ del grupo /qui/, la variante velar [k] fue también posible ante vocal palatal, con lo cual la antigua variante [k’] se fonematizó en el latín vulgar, distinguiéndose entre /k’/ y /k/; de modo que

[k] : [k’] → /k/ : /k’/

Naturalmente, una nueva distinción no se crea de la nada: generalmente, el nuevo fonema hereda un rasgo pertinente de otro elemento, eventualmente desaparecido en el decurso.

La fonologización ocurre también al adaptarse un fonema extranjero inexistente en la lengua dada. Cuando dos lenguas entran en contacto y sus relaciones de convivencia son intensas, pueden llegarse a imitar algunos fonemas de una de las lenguas por la otra, en lugar de reproducirlos por fonemas autóctonos más o menos equivalentes; si los préstamos en que el fonema extraño aparece se generalizan, llega un momento en que tal fonema deja de sentirse como perteneciente a un estrato diferente y queda incorporado al sistema. Por ejemplo: el árabe no conoce el fonema /ĉ/ sordo; el árabe de Al-Andalus, a causa de su contacto largo con las hablas mozárabes, fonologizó en su propio sistema el fonema extraño /ĉ/, con el cual, además, representó todos los fonemas africados dentales del castellano /ĉ/, /ŝ/ y /ẑ/ (ort. ch, ç, z). También el guaraní, que no conocía el fonema castellano /ḽ/, ha llegado a fonematizarlo, a incorporarlo a su propio sistema. Estas fonologizaciones de fonemas extraños son más fáciles cuando el fonema nuevo entra en una correlación ya existente en la lengua adoptadora, es decir, cuando en el sistema de ésta había lo que llamamos una “casilla vacía”, o cuando el fonema extraño existía en la lengua adoptadora como simple variante.

Desfonologización

Cuando dos fonemas se identifican, es decir, se pierde la oposición de sus rasgos característicos, entonces tales fonemas se reducen a simples variantes combinatorias o estilísticas, o bien confluyen en una sola realización. Unas veces la distinción desaparecida era aislada; otras es una correlación completa la que funde sus términos.

Ejemplo del primer caso. En castellano y catalán medievales (como todavía en valenciano), /b v/ eran fonemas diferentes; cuando /v/ se realizó bilabial [ѣᵬ], se confundió con la realización intervocálica del fonema /b/, que también era [ѣᵬ], resultando que la relación primitiva /b/ : /v/ se hizo [b] [ѣᵬ], diferencia no distintiva entre variantes combinatorias.

La realización de ambos fonemas puede coincidir en una sola variante  (A : B → A’ = B’):  tal es el caso de la desfonologización de la oposición /ḽ/ y /ʎ/ en algunas hablas españolas, en las que ambos fonemas se identifican en una variante [y] (y sus derivaciones fonéticas).

Un ejemplo de desfonologización de toda una serie correlativa lo tenemos en la confluencia de sordas y sonoras sibilantes a fines del siglo xvi y principios del xvii en el castellano: /ŝ/ y /ẑ/ (hechas ya fricativas), /s/ y /z/, /š/ y /ž/ (ya más o menos velarizadas) confluyen en /θ/, /s/ y /x/ del castellano moderno.

Transfonologización

Cuando una oposición aislada se hace proporcional (se incluye en una correlación ya existente), o una proporcional se hace aislada, o bien cuando una correlación (o alguna pareja de ella) se convierte en otra correlación de diferente puesto en el sistema, el resultado es una transfonologización. Ni se crean ni se pierden distinciones fonemáticas; lo que ocurre es una reorganización de la estructura del sistema. Ejemplo: el paso del antiguo fonema castellano x realizado [š], a la realización [x], lo transfonologizó, pues de ser correlato de /ĉ/ pasó a serlo de /k/. Lo mismo ocurrió en el caso de la transformación latina de -tt- en -t-, de -t- en -d- y de -d- en -đ-.

› Siguiente sección – Sugerencias

Alarcos Llorach, E. (1965). Fonología española. Madrid: Gredos.

Company Company, C. y J. Cuétara Priede. (2008). Manual de gramática histórica. México: Universidad Nacional Autónoma de México.

Lloyd, P. (1993). Del latín al español. I. Fonología y morfología históricas de la lengua española. Madrid: Gredos.

Penny, R. (2002). A history of the Spanish language. Cambridge: Cambridge University Press.

https://www.youtube.com/watch?v=1AHkYrz0Zn8

 


› Siguiente sección – Ejercicios

Realiza los siguientes ejercicios

EjerciciosEstatus
Back To Top