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VOCALES
a a+ ã
e
i j ĩ
o õ
u w ũ
CONSONANTES
b β̞ d ð̞ f g ɣ̞
x k l
ʝ m mⁿ ɱ n
ɲ p r ɾ ɾ̥ s
s̪̬ t d͡ʒ t͡ʃ ʃ
mpalacios.sierra@gmail.com

Las consonantes

Progreso Tópico:
  1. Lee en voz alta los siguientes fragmentos de Altazor, de Vicente Huidobro. Si es posible grábate y después escúchate:

Vicente Huidobro. Altazor, México: s/e, s/f. Selección recuperada de: ALTAZOR

 

  1. Observa la última palabra de cada verso. ¿En qué se distinguen entre sí todas estas palabras?

  1. Ahora observa el fragmento de la palabra que sirve para distinguir una palabra de otra.

Los fragmentos finales son muy pequeños, en comparación con el resto de la palabra (o incluso, la frase completa de cada verso). Aun así, con estos pequeños cambios se logran palabras nuevas, cada una con un significado distinto. Y las aspas de los molinos giran en sentidos diferentes.

Consonantes oclusivas

Las consonantes son sonidos que se articulan al aproximar los órganos articulatorios, los cuales se presentan como un obstáculo a la salida del aire. Los estudiosos consideran tres aspectos para su clasificación articulatoria: el modo de articulación, la zona o lugar de articulación y el movimiento vibratorio de las cuerdas vocales. Actualmente se suelen clasificar las consonantes en dos grandes grupos: obstruyentes y sonantes. En este caso nosotros consideraremos una clasificación distinta.

Modo de articulación: En la producción de los sonidos consonánticos se obstruye la salida del aire, puede suceder que se produzca un cierre o que se produzca una fricción. En el caso de las consonantes oclusivas se produce un obstáculo total a la salida del aire. Al considerar esta característica, en español tenemos seis consonantes oclusivas: /p/, /b/, /t/, /d/, /k/ y /g/. Si tomamos en cuenta la vibración de las cuerdas o pliegues vocales, la distinción fonológica que permite caracterizar estos segmentos será la de sordez y la de sonoridad. Así el otro subconjunto que podemos señalar en cuanto a los sonidos oclusivos sordos es: /p/, /t/ y /k/ y para sonidos oclusivos sonoros es: /b/, /d/ y /g/.

Los rasgos relacionados con la zona de articulación permiten establecer un conjunto distinto, así tendremos bilabiales, dentales, alveolares y velares. Cabe aclarar que actualmente se agrupan en labiales, coronales y dorsales. En el caso de las consonantes bilabiales, el movimiento de ambos labios al juntarse es el que determina que el aire se obstruya y eso provoca que se generen los sonidos de la /b/ y de la /p/.

Consonantes fricativas o constrictivas

Estos fonemas “se caracterizan por la aproximación de los órganos en algún punto de la cavidad bucal al entrar en contacto” (Hidalgo y Quilis, 2012, p. 187). Los estudiosos suelen señalar que un rasgo característico en la emisión de estos fonemas es que en el momento de producirlos los articuladores provocan que haya una constricción o estrechamiento sobre el aire que sale. En general se suelen reconocen cinco fonemas fricativos en español: /f/, /θ/, /s/, /ʝ/ y /x/. Podemos obtener pares mínimos como: fumasuma, bajabala, vaya [‘baʝa]-baja [‘baxa]. Es importante señalar que existen variantes dialectales cuyos sistemas marcan la diferencia entre los fonemas /θ/y /s/, además de la realización de alófonos relacionados con la zona de articulación. Este tema lo abordaremos en la parte de fonética del curso.

Uno de los rasgos que caracterizan estos fonemas es que las cuerdas o pliegues vocales no vibran, por ello son sonidos sordos a excepción del fonema /ʝ/. Otra cualidad es la de la estridencia para los fonemas /f/, /s/, /ʝ/, en tanto que para /x/ este rasgo no lo califica.

El fonema fricativo labiodental sordo, /f/, se articula con el labio inferior apoyado en los incisivos superiores.

El fonema fricativo linguointerdental sordo /θ/.En este sonido la posición del ápice de la lengua resulta importante ya que “se sitúa entre los incisivos”. Para este sonido existen variantes que se estudiarán en el apartado de fonética del curso.

El fonema fricativo linguoalveolar sordo /s/ se caracteriza por la posición de la lengua, ya sea que se aproxime el ápice de la lengua contra los alveolos o que el predorso de la lengua y ésta se ponga en forma convexa. Cabe aclarar que con el fricativo linguointerdental sordo, al tener distintas realizaciones, son fonemas que se constituyen como característicos para determinar los sistemas diferenciadores entre dialectos del español.

El fonema fricativo linguovelar sordo /x/ se “articula con el postdorso de la lengua contra el velo del paladar”.

La articulación del fonema aproximante linguopalatal sonoro /ʝ/ se “realiza con el predorso de la lengua contra la región prepalatal”.

Africados

El fonema africado palatal sordo /t͡ʃ/ se considera el único fonema africado del español. Al realizar este segmento fonético “se produce primero una obstrucción total a la salida del aire, seguida de un ruido de fricción semejante al que caracteriza a las consonantes fricativas y originado en la constricción formada en la zona prepalatal” (RAE, 2011, p. 204). Por esto se señala que este tipo de consonantes combinan tanto el modo oclusivo como el fricativo, aunado a la no vibración de las cuerdas vocales.

Nasales

En la realización de las consonantes nasales existe un bloqueo inicial que provoca que el aire no salga por la cavidad bucal de forma directa, es por ello que el aire se desplaza por la cavidad nasal. Además de ese rasgo distintivo, las consonantes nasales se producen con vibración de las cuerdas vocales, por eso son sonidos sonoros.

Si tomamos en cuenta la fonología del español existen tres fonemas consonánticos nasales: /m/, /n/ y /ɲ/ pues al oponer estos segmentos podemos observar que generan cambio de significado, por ejemplo: cuña-cunamamá-nana.

De acuerdo con los estudios realizados en español, la distinción para la consonante nasal bilabial /m/, se centra en el movimiento de los labios, los cuales se cierran e impiden la salida del aire en tanto que “el velo del paladar permanece caído permitiendo la salida del aire por la cavidad nasal” (Hidalgo y Quilis, 2012, p. 200).

El fonema nasal linguoalveolar /n/ “se articula mediante la adhesión de los rebordes de la lengua a los molares superiores, cerrando el ápice de la lengua contra los alveolos en la parte anterior de la cavidad” (Hidalgo y Quilis 2012, p. 200). Es decir, la lengua se posiciona en los alveolos y adopta una posición plana.

En el fonema /ɲ/ que es linguopalatal el obstáculo está en la zona del paladar y la lengua “adopta una posición convexa cuando constituye el obstáculo y una superficie amplia de ese órgano participa en la producción del sonido” (RAE, 2011, p. 234).

Es importante señalar que dependiendo de la posición silábica postnuclear o implosiva se producen varios alófonos nasales, este tema se tratará en el apartado destinado a la fonética.

 Vibrantes y laterales

A estos segmentos fónicos también se les suele agruparse en el rubro de consonantes líquidas, pues desde el punto de vista articulatorio la cavidad bucal tiene una mayor abertura que otras consonantes.  Desde un punto de vista acústico, “poseen los rasgos vocálicos y consonánticos, con formantes intensos como las vocales, pero más inestables por sus zonas de antirresonancia” (Hidalgo y Quilis, 2012, p. 204).

Las consonantes vibrantes. Durante la producción de estas consonantes la lengua obstruye y abre el paso del aire reiteradamente, es decir, el movimiento de este articulador en la cavidad bucal provoca que el aire no salga de forma libre sino de forma interrupta, pues esta interrupción es breve y repetida por ello no se genera una obstrucción total. Las consonantes vibrantes se dividen en alveolar vibrante simple /r/ y alveolar vibrante múltiple /ɾ/, ambas consonantes se realizan con el ápice de la lengua y los alveolos y la vibración de las cuerdas o pliegues vocales.

Las consonantes laterales. En la realización de éstas el canal por el cual sale el aire se da a los lados de la lengua; es decir, la lengua se posiciona en la zona central de la cavidad bucal, al hacerlo, permite que el aire salga a los lados. En el caso de las consonantes laterales la salida del aire es continua, además de que posee el rasgo de sonoridad, debido a que las cuerdas vocales vibran.

La consonante lateral linguoalveolar sonora /l/ se articula con el ápice de la lengua en los alveolos, el modo en que sale el aire es a los lados de la lengua, pues son los espacios que deja libre la lengua al posicionarse en la parte central.

La consonante lateral linguopalatal sonora /ʎ/.  Durante su realización “el ápice y los rebordes de la lengua se adhieren a los alveolos y a las encías superiores, dejando un canal hacia la parte lateral de la lengua y el paladar, por el cual escapa el aire” (Hidalgo y Quilis, 2012, p. 206). Debido al proceso de deslaterización de /ʎ/, ésta ha pasado a realizarse en gran parte del dominio hispanohablante como /ʝ/, de manera que la distinción fonológica entre las dos palatales tiende a perderse, pues se pronuncian de manera similar olla/hoya (el yeísmo).

SISTEMA FONOLÓGICO DEL ESPAÑOL

PUNTO DE ARTICULACIÓN
Bilabial Labiodental Interdental Dental Alveolar Palatal Velar
MODO DE

ARTICULACIÓN Y

SONORIDAD

Oclusivas sordas p     t     k
Oclusivas sonoras b     d     g
Africada sorda           t͡ʃ  
Fricativas sordas   f θ   s   x
Fricativa sonora           ʝ  
Nasales (sonoras) m       n ɲ  
Vibrantes líquidas (sonoras)         ɾ/r    
Laterales líquidas (sonoras)         l ʎ1  

 

1 Cabe señalar que la oposición fonológica entre /ʝ/ y /ʎ/, como explica Anderson (1990, p. 314), cumplió las condiciones de distinción fonológica en el origen del castellano y que su evolución en diferentes espacios empezó a construir “identidades nacionales”; es decir, la oposición fonológica tuvo tanto peso que originó incluso la identificación de zonas dialectales.

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Lectura 1

J. Gil Fernández. (2005). Las consonantes: características articulatorias. En Los sonidos del lenguaje. España: Editorial Síntesis, pp. 95-101.

 

5.6. Las consonantes: características articulatorias

5.6.3. El tercer criterio de clasificación de las consonantes se refiere a la zona del tracto vocal en que se articulen. Preferimos emplear el vocablo zona en lugar del más difundido punto, porque este último da a entender que los articuladores se unen o se aproximan en lugares muy exactos, lo que no se ajusta del todo a la realidad: hay un cierto grado de variación dentro de los límites correspondientes a cada división del tracto.

Podemos distinguir las siguientes zonas de articulación:

  1.  Zona labial. En ella se producen dos tipos de sonidos, los bilabiales y los labiodentales. Los primeros se articulan juntando o aproximando los dos labios; los segundos, juntando o aproximando el labio inferior a los incisivos superiores. En castellano, son bilabiales la [p], [b], [β]; son labiodentales sólo la [f] y la nasal [ɱ] que se estrecha, por ejemplo, en enfermo. Ello no quiere decir que no existan muchas más posibilidades de articulación en esta zona. El sonido [φ] es una fricativa sorda bilabial que se da en bastantes lenguas, entre ellas el alemán (schwer) y algunas variedades el español americano. El sonido [v] es una fricativa sonora labiodental con la que se pronunciaban en castellano palabras como Valencia o vaca, antes de que se generalizara su confluencia con [b]. Finalmente, la [υ] es una aproximante, es decir, una fricativa más abierta de lo normal (véase apartado 5.6.5), labiodental sonora.
  2.  Zona dental. Consideramos dentales a los sonidos articulados en los dientes, ya sea situando el ápice de la lengua entre los incisivos superiores o inferiores, como en las interdentales, ya sea apoyándolo contra la cara interna de los incisivos superiores, como en las dentales propiamente dichas. Son articulaciones interdentales en español la [θ], interdental fricativa sorda, y [l̪], [t̪] o [n̪] cuando se encuentran delante de esta consonante interdental, que les transmite su zona de articulación. Consonantes dentales son, en castellano, la [t], la [d] y la [ð]. La primera es oclusiva y sorda; la segunda, oclusiva sonora; la tercera, fricativa sonora.
  3.  Zona alveolar. Los alveolos son las protuberancias que marcan la inserción de los dientes en las mandíbulas. En las llamadas articulaciones alveolares, por tanto, el ápice o el predorso de la lengua toca o se acerca a los alveolos superiores y así se producen sonidos como [s], su variante sonora [z], la [n], las vibrantes simple y múltiple [ɾ] y [r], la fricativa [ɹ], y la [l], además de otros sonidos no existentes en español como las consonantes retroflejas [ɳ], [ʂ], [ɽ], etc., que se caracterizan por pronunciarse con el ápice de la lengua dirigido hacia el interior de la cavidad oral (recuérdese lo que explicamos sobre las vocales retroflejas, véase apartados 5.3 y 5.4).
  4.  Zona palatal. En la zona palatal cabe hacer una distinción entre la parte del paladar que linda directamente con los alveolos y que denominaremos zona prepalatal, y la superficie del paladar situada a continuación de ésta, que se conoce como zona palatal propiamente dicha. Sonidos palatales son, por ejemplo, las consonantes [ʃ] y [ʒ], que encontramos en la palabra inglesa sheo y en la francesa guenou, respectivamente, o las consonantes polacas [ɕ] y [ʑ]. A menudo se llama a estos sonidos palatoalveolares, porque, según decimos, se pronuncian en el límite de las dos zonas. En cuanto a los sonidos palatales, en español tenemos algunos: la [ɲ] de ñandú, la [͡ʧ] de chal, la [͡ʤ] de conyugue, su variante fricativa [ʝ], de mayo, por ejemplo, y la [λ] de llama, todas son consonantes pronunciadas en la zona correspondiente al paladar duro. Otras lenguas, como el alemán, poseen una fricativa palatal sorda, [ç], que suena en vocablos como icho nicht.
  5.  Zona velar. En la zona del velo del paladar se articulan un gran número de consonantes. Al igual que sucede en el caso anterior, algunas de ellas pueden clasificarse, en realidad, como postpalatales, puesto que se pronuncian en el límite entre la zona palatal y la velar. En castellano son velares la [g] oclusiva y la fricativa [ɣ], la [k], la [x] (que no debemos confundir nunca con la «x» ortográfica, puesto que se trata del símbolo fonético empleado para representar a la «j» de jinete, por ejemplo) y la [ɳ] que se velariza ante consonantes velares: ángel [‘aɳxel].
  6.  Zona uvular. Los sonidos uvulares se realizan elevando la parte posterior de la lengua hacia la úvula, o acercando la úvula hacia el posdorso de la lengua: depende cuál sea en cada caso el órgano activo y el órgano pasivo. Son sonidos uvulares típicos las «erres» francesas, esto es, la [ʀ] vibrante simple o múltiple que se escucha en el francés hablado en París, así como su variante fricativa [ʁ].
  7.  Zona faríngea. Las consonantes faríngeas se forman juntando o aproximando la raíz de la lengua a la pared faríngea. Así se articula, por ejemplo, la «r» faríngea danesa. Sin embargo, los sonidos faríngeos más característicos, como lo son los árabes [ħ] y [ʕ], suelen articularse mediante una contracción lateral de la faringe, que puede ir o no acompañada de una ligera elevación de la laringe.
  8.  Zona glotal o laríngea. En ella se pueden formar una oclusiva como [ʔ] —al cerrar las cuerdas vocales fuertemente— o fricativas como [h] y [ɦ], sorda y sonora, respectivamente (véase lo expuesto en el apartado 2.3.2 sobre la aspiración).

Figura 5.8 Las diferentes zonas de articulación

5.6.4. Son muchas las lenguas, especialmente de África, en las que existen sonidos que los fonetistas transcriben como [͡kp] o [͡gb]. Son las llamadas consonantes con doble articulación. Normalmente se trata de oclusivas (aunque también hay fricativas) en las que la oclusión se forma y se deshace de modo simultáneo en dos zonas.

Este tipo de consonantes no debe confundirse con aquellas otras que han visto modificada su articulación mediante la adición de alguna característica secundaria. Por ejemplo, si abocinamos los labios para pronunciar[k] obtenemos una velar labializada que transcribimos [kʷ]. Cabría pensar, entonces, que el sonido [͡kp], citado anteriormente y que se describe como una labio-velar, y el sonido [kʷ] al que nos referimos ahora son una misma cosa, pero, sin embargo, en el primer caso hablamos de doble articulación y, en el segundo, de modificación secundaria. La razón es que en [͡kp] las dos articulaciones co-ocurrentes presentan el mismo grado de obstáculo a la salida del aire, esto es, están situadas, por así decirlo, a la misma altura en la escala de abertura de los sonidos: en concreto, las dos son oclusivas porque cierran el paso durante milésimas de segundo al flujo del aire egresivo. En [kʷ], por el contrario, las dos articulaciones simultáneas no pertenecen al mismo nivel; mientras que [k] sigue siendo oclusiva, la articulación secundaria [w] es mucho más abierta, cuasi-vocálica. Aunque no siempre es fácil distinguir la una de la otra, ambas modalidades reciben convencionalmente denominaciones distintas. Las dobles articulaciones se nombran utilizando los términos correspondientes a las dos zonas implicadas separados por un guión (labial-velar, labial-palatal, etc.), en tanto que las articulaciones secundarias se precisan empleando un adjetivo que acompaña a la denominación de la zona de articulación propia de la consonante (velar labializada, velar palatalizada, alveolar velarizada, etc.).

Según se desprende de lo que acabamos de explicar, las modificaciones articulatorias secundarias que puede experimentar una consonante son varias. Hemos visto ya que la labialización consiste básicamente en añadir al sonido original un componente similar a [w]. Pues bien, además de labializarse, las consonantes pueden palatalizarse, velarizarse o faringalizarse.

La palatalización supone la adición a la articulación base de una posición de la lengua semejante a la requerida para pronunciar la semiconsonante [j]. Las consonantes palatalizadas son muy abundantes en ruso y otras lenguas eslavas.

La velarización entraña una elevación de la parte posterior de la lengua hacia el paladar blando, algo parecido a lo que ocurre cuando pronunciamos la vocal cardinal número 16, es decir, la [ɯ] o [u] sin redondeamiento. La [l] velarizada, [ɫ], se escucha, por ejemplo, en catalán, así como en inglés y en muchas otras lenguas.

Finalmente, la faringalización implica la superposición a la articulación base de un estrechamiento de la cavidad faríngea, conseguido al retrotraer la raíz de la lengua o al contraer lateralmente la faringe y subir la laringe. Las consonantes «enfáticas» del árabe son muy a menudo faringalizadas.

Estas no son las únicas modificaciones posibles, pero sí las más frecuentes. Su transcripción fonética se realiza mediante la utilización de signos diacríticos añadidos a los símbolos habituales para representar las consonantes no modificadas: [ʷ] para la labialización, [ʲ] o [ˌ] para la palatalización, [̴] para la velarización y la faringalización (véase más adelante, Capítulo 6).

5.6.5. La manera o el modo en que se articulan las consonantes es el último parámetro empleado para clasificarlas. Se trata de describir la posición particular que presentan los órganos articulatorios en la zona en que se conforma el sonido. Así tenemos las siguientes posibilidades:

  1.  Articulaciones oclusivas. Según hemos venido señalando (véase apartado 2.4.2), en ellas los órganos crean un obstáculo absoluto a la salida del aire, un cierre completo, que dura milésimas de segundo y que suele deshacerse mediante una pequeña explosión. Hay oclusivas labiales, como las españolas [p] y [b], oclusivas dentales como [t] y [d], velares, como [k] y [g]. Aparte de ser sordas o sonoras, como sucede en castellano, las oclusivas, especialmente las sordas, son con mucha frecuencia aspiradas (véase apartado 2.3.3). Si la aspiración es muy fuerte, las aspiradas tienden a convertirse en africadas, grupo del que hablaremos en seguida. Las oclusivas fuertemente aspiradas se representan con una [h] situada a continuación del propio símbolo; las de aspiración suave, con un apóstrofo [‘] pospuesto o una pequeña [ʰ] volada.
  2.  Articulaciones fricativas. Su propiedad característica es que los órganos empleados en su articulación se aproximan, sin llegar a juntarse como ocurría en el caso de las oclusivas. Las fricativas son, por regla general, más numerosas que las oclusivas en las diferentes lenguas del mundo. En castellano, son fricativas la [s], la [θ], la [β], la [ð], la [ɣ], la [x], la [f], la [ʃ] y la [ɹ], pero existen, claro está, muchas más realizaciones posibles (véase el Alfabeto Fonético Internacional de la Fig. 6.3).
  3.  Articulaciones africadas o semioclusivas. Muchos autores las consideran un tipo especial de oclusivas. En realidad, en ellas se produce un cierre absoluto del canal en alguna de sus zonas que se resuelve en un estrechamiento por el que el flujo del aire sale al exterior, acompañado de ruido de fricción. Son, pues, consonantes con dos modos de articulación sucesivos: oclusivo y fricativo. En español hay dos africadas: la «ch», representada [͡ʧ], y la «y» inicial o tras nasal, representada [͡ʤ].
  4.  Articulaciones aproximantes. Ya nos referimos a ellas al hablar de las semiconsonantes y semivocales (véase apartado 5.5.2). Como dijimos entonces, se trata de sonidos pronunciados con una constricción del canal menor que la que presentan las fricativas, pero mayor que la que se da en las vocales. En castellano, muchas de las fricativas intervocálicas se convierten con facilidad en aproximantes y se presentan con el diacrítico [‚] suscrito. En realidad, la frontera entre las dos categorías es bastante borrosa y no puede decirse que existan líneas divisorias claras. Al margen de la discutible catalogación de las semiconsonantes y semivocales como tales, hay varias aproximantes puramente consonánticas: la labiodental sonora [ʋ], común a muchas lenguas de la India, y la [ɹ] aproximante, a la que se le asigna el mismo símbolo fonético que a la fricativa, son ejemplos de ello.
  5.  Articulaciones laterales. En las consonantes laterales, el órgano articulador activo, habitualmente la lengua, toma contacto con el pasivo en alguna zona del canal vocal, pero este contacto sólo tiene lugar en la parte central de dicho canal, de modo que el flujo de aire puede salir libremente por los dos lados del obstáculo. Hay laterales alveolares —la española [l]—; dentales —la [l̪] dental francesa—; palatales —la [λ]— y laterales velarizadas (véase, anteriormente, apartado 5.6.4).
  6.  Articulaciones vibrantes. Las vibrantes se caracterizan porque el órgano activo, que generalmente es el ápice de la lengua o la úvula, realiza varias oclusiones apoyándose en el órgano pasivo, es decir, los alveolos o el dorso posterior de la lengua, respectivamente (aunque también existen vibrantes bilabiales, en las que un labio golpea contra otro, son poco frecuentes). Entre cada una de estas oclusiones, surgen elementos de carácter vocálico, de claro reflejo en el espectrograma como veremos en el próximo apartado.

La [ʀ] uvular ha sustituido de manera total o parcial a la [r] alveolar en un gran número de lenguas, como el francés, alemán, danés, holandés, etc. En la mayor parte de los casos, sin embargo, el significado de las palabras no se ve alterado si se utiliza un tipo de «erre» en lugar de otro. Ambos sonidos, además, suelen experimentar en determinados contextos un proceso de debilitamiento que les lleva a convertirse en fricativos, es decir, a pronunciarse sin contacto completo entre el órgano activo y el pasivo.

En español, existen dos sonidos vibrantes: el simple, [ɾ], que aparece, por ejemplo, en la palabra pero, y el múltiple, [r], que encontramos en perro.

A las consonantes vibrantes se les asocia tradicionalmente con las laterales para construir el grupo de las líquidas. Es ésta una antigua denominación reservada para los sonidos consonánticos con características acústicas similares a los vocálicos, generalmente sonoros y con rasgos articulatorios comunes, como puede ser la presencia combinada de un obstáculo con una abertura simultánea o subsiguiente.

  1.  Articulaciones nasales. Todas las modalidades de articulación vistas hasta ahora poseen un rasgo común: todas ellas se definen en función de la cavidad oral, que es el resonador que interviene en todos los casos. Pero, como sabemos, durante la emisión de algunos sonidos, el velo del paladar puede estar caído y dejar por ello el paso a la cavidad nasal abierto a la corriente de aire procedente de los pulmones. Es entonces cuando se articulan los sonidos nasales, en los que actúa una cavidad de resonancia suplementaria, la nasal. En castellano hay varios sonidos nasales. Todos ellos presentan una oclusión en la cavidad oral, situada en distinta zona en cada caso, mientras que la salida a través de las fosas nasales permanece libre de obstáculo. Tenemos así la [m], la [n], la [ɳ], etc. (véase Fig. 6.3).

Se debe poner especial cuidado en no confundir los sonidos nasales puros con los sonidos oronasales o nasalizados, producto del fenómeno combinatorio de la coarticulación (véase apartado 7.3) y a los que ya nos referimos en el apartado 5.3.3.

Las nasales y las líquidas se agrupan con las vocales en el conjunto de sonidos sonantes, esto es, aquellos sonidos que acústicamente comparten una estructura formántica clara y que funcionalmente pueden desempeñar el papel de núcleo silábico o centro de la sílaba.

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Lectura 2

J. Gil Fernández. (2005). Las consonantes: características acústicas. En Los sonidos del lenguaje. España: Editorial Síntesis, pp. 101-107.

 

5.7. Las consonantes: características acústicas

5.7.1. Desde el punto de vista acústico, las consonantes son sonidos en los que ha intervenido una fuente de ruido, bien sea transitorio o turbulento (véase apartado 2.4.2). En ocasiones esta fuente de ruido actúa conjuntamente con la fuente glotal y la consonante resultante se denomina sonora; en otros casos, no hay una vibración de las cuerdas vocales y la consonante se clasifica como sorda. Algunas de ellas, por otra parte, presentan una estructura formántica bien definida —las sonantes— y otras, en cambio, no presentan formantes claros, sino energía acústica distribuida desordenadamente en determinadas frecuencias —las no sonantes u obstruyentes.

Como es natural, la descripción de cada uno de estos tipos debe hacerse de modo distinto. Las sonantes se describirían en función de la posición de sus formantes, en la escala de frecuencias y de la relación que dichos formantes en la escala de frecuencias guardan entre sí (al igual que hacíamos en el caso de las vocales); las no sonantes se describirán a partir de la gama de frecuencias en las que se distribuye su energía, por la presencia o ausencia de períodos de silencio o a lo largo de su duración, o por las especiales propiedades de la fase final de su emisión.

Toda esta información ha de extraerse del espectrograma. No siempre es fácil hacerlo, porque a veces el mismo sonido pronunciado por personas diferentes o en contextos distintos ofrece espectros que difieren uno de otro considerablemente. Los índices que se revelen decisivos para la caracterización acústica de una consonante deben tener, pues, un cierto margen de variabilidad, al tiempo que han de servir de medio para su identificación y descripción. En los próximos apartados, enumeraremos los índices acústicos consonánticos más importantes.

5.7.2. El número de consonantes diferentes que pueden encontrarse en las diversas lenguas del mundo es enorme. Sin embargo, todas tienen en común el hecho de que su identificación acústica depende, en gran medida, de las modificaciones o inflexiones que producen en los formantes de las vocales vecinas. Así, mientras toda vocal se asocia con unos índices estables, la manifestación acústica de cualquier consonante es sumamente variable y viene determinada por el contexto.

Las inflexiones a las que nos hemos referido se denominan transiciones y son el reflejo de los movimientos que efectúan los órganos articulatorios para pasar de un sonido a otro, es decir, de las variaciones que experimentan las cavidades de resonancia en su forma y en su tamaño. Ya explicamos que eran un índice importantísimo para dilucidar si dos vocales constituían o no un diptongo (véase apartado 5.5.3). Ahora explicaremos en qué sentido son decisivas para el reconocimiento de las consonantes.

Supongamos que obtenemos el espectrograma de la secuencia vaya [‘baʝa], que esquematizamos en la Fig. 5.9. Observamos que los segundos y terceros formantes de las vocales [a] sufren en sus extremos una variación consistente en una ligera elevación con respecto a la altura media del cuerpo formante. Si prolongamos, mediante líneas de puntos, el movimiento ascendente del segundo formante de las dos vocales, comprobaremos que las dos líneas se cruzan en un punto de intersección virtual que se conoce como locus.

Figura 5.9

 

El locus estará situado a diferente altura según se trate de una u otra consonante, de forma tal que cuanto más posterior sea la zona de articulación de ésta, más elevada será la disposición del locus en la escala de frecuencias. Así, el locus de las consonantes labiales se sitúa en torno a los 700 Hz; el de las dentales, entre los 1.000 y los 1.700 Hz; el de las alveolares, alrededor de los 1.800 Hz; el de las palatales, entre los 2.000 y los 2.500 Hz, y el de las velares, a 3.000 Hz. En este último caso, si la vocal es posterior, el locus desciende mucho, hasta situarse a la altura de 800 Hz, más o menos. (Quede claro que siempre hablamos de valores aproximados.)

5.7.3. Cuando la consonante es oclusiva, presenta en el espectrograma un espacio en blanco, correspondiente al tiempo en que los órganos articulatorios se unen e impiden la salida al exterior del flujo de aire procedente de los pulmones. Si la oclusiva, además es sonora, la vibración de las cuerdas vocales se reflejará en el espectrograma como una barra de sonoridad, una franja gruesa similar a un formante de frecuencia baja y situada inmediatamente encima del eje de abscisas.

No todas las consonantes oclusivas resuelven la oclusión mediante una ligera explosión, aunque la denominación de explosivas que a veces se les atribuye así parece indicarlo. Lo cierto es que en muchos contextos esa explosión no se produce. En caso de existir, su representación en el espectrograma es una barra perpendicular (llamada barra de explosión), localizada al final del sonido oclusivo y antes del sonido vocálico siguiente. El punto o la zona de mayor intensidad de dicha barra, donde la energía está más concentrada, puede estar situado a diferente altura con respecto al eje de ordenadas (=eje de frecuencias), por lo que se convierte también en un indicio valioso para la identificación de la consonante que se trate.

5.7.4. Si un sonido es producto de una fuente de ruido turbulento, y además es sordo, como por ejemplo ocurre con las fricativas castellanas [s], [f], [θ] o [x], su imagen en el espectrograma se caracteriza por el modo desordenado en que aparece distribuida su energía, que desciende desde las altas frecuencias hacia las bajas en una banda vertical de intensidad variable. Cuanto más anterior sea la zona de articulación de la consonante, más alto será el comienzo de las frecuencias.

Por otra parte, en las fricativas sordas del tipo [β], [ð] y [ɣ], en lugar del espacio en blanco que distingue a las oclusivas correspondientes, aparecen zonas de resonancia, de configuración parecida a los formantes vocálicos, más numerosas cuanto más pequeña sea la constricción de los órganos articulatorios y, consecuentemente, más fácil la salida del aire al exterior.

De acuerdo con todo lo anterior, la representación de las consonantes africadas, que, como explicamos, combinan estos dos modos de articulación (véase apartado 5.6.5) se compone en un primer momento oclusivo —un blanco en el espectrograma y una barra de explosión no siempre presente— y un segundo momento fricativo, con su turbulencia característica. Por regla general, el periodo de oclusión es mayor que el de fricación, pero la duración relativa de ambas fases depende, en última instancia, de factores dialectales o sociales.

5.7.5. Veamos ahora cuáles son los índices acústicos característicos de las consonantes sonantes.

La estructura formántica de las líquidas es, según dijimos, muy similar a la de las vocales, aunque su frecuencia fundamental y su intensidad son claramente menores que las de los sonidos vocálicos. Las laterales, en concreto, presentan tres formantes bien definidos cuyos valores frecuenciales varían de un idioma a otro y de un contexto a otro. (Para todo lo referente a las laterales castellanas, véase Quilis et al., 1979).

En cuanto a las vibrantes, es interesante señalar que el espectrograma refleja las rápidas oclusiones que suceden en su articulación como brevísimas interrupciones de la corriente de aire, es decir, como pequeños espacios en blanco. Si la vibrante es múltiple, entre las interrupciones sucesivas suelen aparecer elementos de tipo vocálico, que se corresponden con los momentos en que el aire sale libremente al exterior. En español, además, cuando la vibrante va formando grupo con una consonante oclusiva o fricativa en posición inicial de sílaba —como en brío, traje, frotar, droga, etc.—, sus vibraciones no siguen inmediatamente a la consonante anterior, sino que entre una y otra se produce a menudo un pequeño elemento vocálico, de duración variable y de configuración similar a la de la vocal que constituye el núcleo silábico, conocido con el nombre de elemento esvarabático (v. Malmberg, 1965, pp. 29-49, y Quilis, 1981, pp. 296-300).

Las consonantes nasales suelen presentar en los sonogramas dos o más formantes de menor energía que los vocálicos. Asimismo, al igual que sucede con las vocales nasalizadas (véase apartado 5.4.2), en ellas aparecen formantes complementarios que reflejan las resonancias producidas en la cavidad nasal y que se denominan, por ello, formantes nasales. El más importante de estos, el FN1, se sitúa en torno a los 250Hz; los restantes son sumamente débiles y no parecen influir de forma decisiva en la percepción de nasalidad.

En la Fig. 5.10 pueden observarse, esquematizados, todos los índices acústicos a los que nos hemos estado refiriendo.

Figura 5.10 Diferentes índices acústicos. (Tomado de Martínez Celdrán: 1986, 211)

 

5.7.6. Las características acústicas mencionadas en los apartados anteriores sirvieron de base a Jakobson, Fant y Halle, para establecer, como en el caso de las vocales (véase apartado 5.4.3), distintas categorías fonológicas de sonidos consonánticos. Los índices acústicos señalados vienen a ser, pues, el correlato físico de un conjunto establecido de rasgos distintivos, en función de los cuales se definen las oposiciones que mantienen entre sí los fonemas de una lengua y que los hacen capaces de diferenciar significados. Así, hay consonantes que poseen el rasgo vocálico (todas las que tienen formantes claramente definidos) y otras que no lo poseen (todas las obstruyentes o no sonantes). Tanto unas como otras, sin embargo, se clasificarán como [+ consonánticas], puesto que todas ellas tienen una energía global inferior a la que caracteriza a las vocales.

Aparte de estos dos rasgos, vocálico y consonántico, Jakobson, Fant y Halle propusieron otros diez, con los cuales podría darse cuenta de todas las oposiciones que distinguen a los diversos fonemas de las distintas lenguas del mundo. Algunos de ellos son válidos para las vocales y las consonantes, otros sólo se aplican al último grupo. Los enumeraremos rápidamente.

Sordo/sonoro. Las consonantes sonoras se caracterizan por la superposición de una fuente armónica a la fuente de ruido de las sordas. Esta oposición se utiliza con valor distintivo, aplicada a las consonantes, en la práctica totalidad de las lenguas, mientras que las vocales son, como sabemos, por lo general sonoras.

Denso/difuso. Ya explicamos en el apartado 5.4.3 que en los fonemas, tanto vocálicos como consonánticos, caracterizados como densos, la zona central del espectrograma predomina sobre las regiones no centrales, al contrario de lo que ocurre con los sonidos difusos. En castellano, por ejemplo, son densas las consonantes palatales y velares, en tanto que las labiales y dentales son difusas.

Grave/agudo. En los sonidos graves, la energía aparece distribuida en la zona baja del espectrograma; en los agudos, en la parte alta. Para las vocales, el índice más característico de este rasgo, como vimos, es la posición del segundo formante en relación con los otros formantes. En cambio, para identificar el rasgo de gravedad de una consonante es conveniente observar el segundo formante de la vocal adyacente (si la hubiera) en el caso de las consonantes graves dicho formante suele descender y en las agudas, sin embargo, ascender. En español son graves las consonantes labiales y velares; agudas, las dentales y palatales.

Estridente/mate. Los sonidos estridentes responden a ondas sonoras de forma irregular y en el espectrograma están representados por áreas de frecuencias distribuidas desordenadamente. Los mates, por el contrario, poseen ondas más regulares y sus zonas de frecuencia forman estrías verticales u horizontales. Las oclusivas suelen ser mates, y, cuando son estridentes, son, en realidad, africadas. Las fricativas, en cambio, pueden ser tanto estridentes como mates, si bien la fricativa óptima es estridente. La estridencia se origina por la mayor complejidad del obstáculo puesto a la salida del aire.

Interrupto/continuo. En las consonantes interruptas, el espectrograma presenta un periodo de completo silencia seguido o no de una barra de explosión. Son interruptas, pues, las oclusivas, las africadas y las vibrantes. En los fonemas continuos, sin embargo, no se produce ningún blanco en el sonograma, puesto que el flujo de aire no deja de salir al exterior en ningún momento. Las fricativas y las laterales serán, pues, continuas.

Tenso/flojo. Los correlatos acústicos de este rasgo distintivo no están todavía muy estudiados. Ya mencionamos el problema de la tensión articulatoria de los sonidos en anteriores apartados (véanse los apartados 5.3.4 y 5.6.2). Acústicamente se hace difícil comprobar en el sonograma la diferencia entre los sonidos supuestamente tensos y los supuestamente flojos o relajados. Es decir, los tensos serían sonidos más largos y más intensos que los flojos. Ambas características pueden medirse en el espectrograma, pero no siempre se obtienen resultados acordes con los esperados.

Recursivo/infraglotal. Son fonemas recursivos los que no utilizan en su relación la corriente de aire procedente de los pulmones, esto es, las consonantes ingresivas y las eyectivas. Por el contrario, los fonemas infraglotales se articulan siempre empleando el flujo de aire proveniente de las cavidades infraglóticas. Los primeros presentan dos explosiones en el espectrograma, que se corresponden con las dos aberturas que se suceden en su articulación: la de la cavidad oral y la de la glotis o —en el caso de los clics— el velo del paladar.

Bemolizado/normal. Según ya explicamos en el apartado 5.4.3, a propósito de la aplicación de este rasgo a las vocales, un sonido es bemolizado cuando se produce un descenso en su tono mediante la disminución de sus frecuencias más elevadas. La labialización de una vocal o una consonante origina siempre ese efecto, que también puede conseguirse velarizando el sonido, es decir, reduciendo el orificio posterior de la cavidad oral y agrandándola. En el caso concreto de las consonantes labializadas o velarizadas, la bajada del tono se refleja en el descenso de la frecuencia de varios o todo los formantes de la vocal contigua.

Sostenido/normal. Las realizaciones de un fonema sostenido presentan un aumento de la frecuencia con respecto a las realizaciones de fonemas no sostenidos. Al palatalizar cualquier consonante logramos crear este efecto: los formantes superiores de la vocal adyacente experimentan una elevación que se traduce en un agudizamiento del timbre. Si la consonante era grave, al palatalizarla se hará menos grave; si era aguda, se hará más aguda.

Nasal/oral. El rasgo de nasalidad se manifiesta acústicamente, como ya dijimos, con una reducción en la intensidad del F1, en el caso de las vocales, y con la aparición de formantes nasales a frecuencias determinadas, en el de las consonantes. Los fonemas orales no presentan, claro está, ninguna de estas características.

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