skip to Main Content
VOCALES
a a+ ã
e
i j ĩ
o õ
u w ũ
CONSONANTES
b β̞ d ð̞ f g ɣ̞
x k l
ʝ m mⁿ ɱ n
ɲ p r ɾ ɾ̥ s
s̪̬ t d͡ʒ t͡ʃ ʃ
mpalacios.sierra@gmail.com

Variación dialectal

Progreso Tópico:

› Ejercicio Detonador

I- Observe el siguiente video:

Video original tomado de aquí

II- Responda las siguientes preguntas.

 

1) ¿Qué diferencias encuentra en las distintas variantes del español que se presentan en el video?

2) ¿Cuáles son los rasgos característicos que, en el video, distinguen la variante del español que habla el mexicano, en comparación con la argentina?

3) Con base en el video, ¿en qué se parecen el español de España y el español de México?

4) Mencione 5 objetos que tengan un nombre distinto en otro país (o región de México) al que usted emplea.

Palabra que yo uso Ciudad donde vivo Nombre que usan en otro lugar ¿En qué lugar?

 

5) Entre a la versión en línea del Diccionario de americanismos, de la Asociación de Academias de la Lengua Española https://www.asale.org/ y busque las palabras que aparecen en la siguiente tabla. Indique en qué países se emplean y, a continuación escriba qué palabra emplea usted con el mismo significado.

Palabra Se usa en… En lugar de esa palabra, yo uso…
1. pajilla
2. cúmbila
3. escalopa
4. maretira
5. atol

Una vez estudiado el inventario fonológico del español, así como sus principales variantes alofónicas, falta por explicar algunos de los fenómenos fonéticos característicos de ciertas zonas o países hispanohablantes que, aunque regionales, son fundamentales para hacer una descripción completa del español. A continuación explicaremos brevemente en qué consisten estos fenómenos y en qué regiones de España y/o América se documentan.

Debilitamiento vocálico y consonántico

El término debilitamiento se emplea para hacer referencia a distintos grados de “relajamiento” en la articulación de segmentos, tanto vocálicos como consonánticos, e, incluso, en la pérdida de éstos. Existen fonemas particularmente sensibles a esta relajación en la articulación, así como dialectos que tienden a debilitar vocales o consonantes, tal como veremos a continuación.

Como señala Lope Blanch (1972), uno de los rasgos característicos del español del Altiplano mexicano —aunque no exclusivo de éste, puesto que también se registra en el español de la zona serrana de Perú y Bolivia— es el debilitamiento vocálico, en casos como /kafeˈsito/, /usˈtedes/ o /ˈpues/. La articulación varía, desde la realización plena, pasando por el debilitamiento ya señalado, hasta la pérdida total del o los segmentos en cuestión: /kafeˈst/ /usˈteds/ /ˈps/ (también /ˈpus/). Por supuesto, en un registro cuidado, se prefiere la articulación plena, puesto que el debilitamiento, en ciertos casos, se asocia a baja escolaridad, como en el caso de /ˈpus/ por /ˈpues/. En todo caso, el registro de algún tipo de relajación (incluida la pérdida) son característicos del habla coloquial.

La lectura obligatoria que proponemos para esta unidad (“En torno a las vocales caedizas del español mexicano”, de Juan M. Lope Blanch) explica a detalle cuáles son los contextos consonánticos en los que se registra con mayor frecuencia la “caída” de estas vocales. Sin embargo, es importante señalar aquí que un rasgo constante en la pérdida es que ésta es más probable cuando la vocal involucrada es postónica o, al menos, se ha articulado claramente la raíz de la palabra, de manera que el interlocutor puede, por contexto, interpretar sin ambigüedad lo que quiso comunicar la persona con la que está hablando, su interlocutor.

Posiblemente por lo anterior, resulta difícil (aunque no imposible) que una palabra se erosione a tal grado que pierda tanto vocales como consonantes. De hecho, podemos clasificar los dialectos por el tipo de segmentos que pierden: unos, vocales; otros, consonantes. Sin embargo, retomando el caso de ustedes, en el español del Altiplano mexicano también podemos documentar casos como /usˈteːs/ o, incluso, /usˈtes/. En ellos, no sólo se ha debilitado la vocal media anterior, sino también la consonante oclusiva dental sonora. Y esto nos lleva a explicar el debilitamiento consonántico.

Desde el punto de vista fonológico, la sonoridad de un segmento se asocia a lo fuerte o débil que es éste, y, por tanto, a su estabilidad en la palabra. Por ejemplo, las oclusivas, /p/, /t/ y /k/, que son sordas, tienen una menor probabilidad a perderse que sus contrapartes sonoras (/b/, /d/ y /g/). Pongamos un ejemplo: en latín se tenía la voz apothēca, que evolucionó de la siguiente manera: /apoˈteka/ > apoteka > aboˈdega > boˈdega <bodega>. En este caso, las oclusivas se encontraban en un contexto intervocálico (recordemos que las vocales son los sonidos más sonoros del sistema fonológico) y las vocales “contagiaron” de su sonoridad a las consonantes, de suerte que, si bien los segmentos consonánticos no se perdieron, se transformaron en oclusivas sonoras. En cambio, una consonante sonora, en un contexto similar, se perdería. Por ejemplo, la voz latina digitāle evolucionó así: /digiˈtale/ > dɪgitale > dei̯ˈdale > deˈdal <dedal>. En este caso, la consonante oclusiva dental sorda “se resistió” a la sonoridad del contexto y, aunque se sonorizó, no se perdió el segmento; en cambio, la consonante velar, que en origen ya era sonora, en este contexto tan sonoro terminó perdiéndose.

Cabe señalar que este fenómeno de pérdida de consonantes se sigue observando en la actualidad: en el español peninsular es frecuente la pérdida de /d/ en la terminación –ado (Lope Blanch 1995/1997), fenómeno que no se observa en el español del Altiplano mexicano, por ejemplo.

Ceceo y seseo

A lo largo de la historia del latín al español actual, la mayor transformación de los inventarios fonológicos que conformaron las distintas etapas del castellano y el actual español se observó en la zona palatal, por influencia de la semivocal ([i̯]) o la semiconsonante ([j]) conocida como yod. Este fonema atrajo a su espacio articulatorio a las consonantes contiguas, en un proceso de asimilación (véase el tema 1 de esta misma unidad: Tipología de cambio de sonido). Al ser un fonema palatal, las consonantes asimiladas adquirieron dicho rasgo; y de ahí surgieron, entre otros, los fonemas /d͡z/ (africado dentoalveolar sonoro), /t͡s/ (africado dentoalveolar sordo), /ʒ/ (fricativo postalveolar sonoro) y /ʃ/ (fricativo postalveolar sordo), que, sumados a los fonemas /s/ (fricativo alveolar sordo) y /z/ (fricativo alveolar sonoro) hicieron que la zona alveolar se saturara. Dicha saturación se resolvió en distintas etapas de la historia: en primer lugar, se eliminaron del sistema todos los pares sonoros, por tratarse de las realizaciones débiles. Como esta primera simplificación no fue suficiente, entonces se cambió el punto de articulación de varios de estos fonemas hasta conformarse el actual inventario fonológico del español.

Sin embargo, en la transición al nuevo sistema, la saturación de la zona alveolar tuvo otra consecuencia: la confusión en la articulación de los fonemas involucrados. La historia de su génesis explica, en buena medida, las variantes dialectales que se observan en la actualidad. En este apartado nos centraremos en dos de ellas: el ceceo y el seseo.

Se conoce como ceceo aquella pronunciación en la que el fonema /s/ se articula, no como alveolar, sino como interdental, específicamente como postinterdentoalveolar ([θ̪]) o interdentodental o dentointerdental ([θ]). Estas realizaciones son propias del español de la costa de Andalucía, y se extiende al interior de Sevilla, alcanzando más de la mitad sur de esa provincia, Cádiz, algunas zonas del sur de Córdoba, algo más de la mitad sur de Málaga, Granada al oeste y algunos casos al sudeste de Almería. Cabe señalar que el fenómeno del ceceo es considerado marcado, es decir, una variedad propia de los hablantes no escolarizados. En general, los hablantes de Andalucía, al igual que en el español americano, sesean.

En sentido opuesto se presenta el seseo. Se trata de un fenómeno mucho más extendido (Andalucía, Islas Canarias y América) en el que no se hace distinción entre la /s/ y la /θ/, de manera que en todos los casos se articula una fricativa alveolar. Cabe señalar que este fonema presente una amplia variedad de alófonos, entre los cuales, el más frecuente es [s̪], un sonido alveolar predorsal (rae-asale 2011: §5.2e).

Yeísmo / ieísmo

Se conoce como yeísmo aquel fenómeno en el que no se hace distinción, al momento de la articulación, entre el sonido correspondiente a la grafía y y a la ll. Estas grafías tienen un origen histórico distinto.

La y proviene de: 1) la palatalización de /d/, /g/ o /b/ seguidas de una yod (vocal alta anterior), como en radiare > rayar, plagia > playa o fŏvea > hoya; 2) la consonantización de una semiconsonante muy friccionada, como en iacet >yace.

Por su parte, la ll proviene de: 1) la evolución de la l geminada latina, como en martellus > martillo; y 2) la palatalización de los grupos consonánticos /pl/, /kl/ y /fl/, como en planta > llanta.

Precisamente por su origen distinto, en el español antiguo (siglo XIII) estas grafías correspondían a sonidos distintos. La y era un fonema fricativo palatal /ʝ/ (tal como lo es en la actualidad). En cambio, la ll se pronunciaba como un fonema lateral palatal /ʎ/. Por lo tanto, en ese periodo de la historia de nuestra lengua, se contaba con dos fonemas distintos.

Sin embargo, en el español medieval se observó un fenómeno conocido como desfonologización (pérdida de fonemas), en el que se perdió el fonema lateral palatal, y fue sustituido por el fricativo palatal que ya existía. Esta evolución se conoce como yeísmo.

El yeísmo es, por lo que hemos explicado, una característica de la gran mayoría de los dialectos del español. Sin embargo, como señalan Company y Cuétara, “actualmente el fonema /ʎ/ sólo se encuentra “vivo” en la lengua española en ciertas regiones rurales de España (en la zona norte de Castilla y principalmente en la frontera con la zona catalana) y de Sudamérica (en regiones de Bolivia)” (2008:96).

Como ya mencionamos, uno de los orígenes del sonido /ʝ/ es la consonantización de una semiconsonante muy friccionada. Este fenómeno es frecuente, aun en la actualidad, cuando se presenta una yod en posición inicial, como en hielo (/ˈʝelo/). Sin embargo, por variación libre, se puede dar el fenómeno opuesto: la vocalización de la semiconsonante, pese a su contexto friccionado; entonces, hielo se articula como /iˈelo/. A este fenómeno se le conoce como ieismo, y es resultado de la variación libre.

Aspiración

Por aspiración se entiende el proceso mediante el cual un sonido, que normalmente se articula en la zona anterior, se mueve a la zona velar o, incluso, posvelar. En el caso del español, un rasgo característico de distintos dialectos es la aspiración —que puede llegar a la pérdida— de la /s/ implosiva. Este fenómeno se observa, como señala Moreno de Alba, en el español andaluz y, “se extiende por muy amplias áreas: el Caribe, Centroamérica, Venezuela, costas de Colombia, Ecuador, México [sólo las costas], Perú (costa norte), Chile, Argentina (región porteña y parte del interior)” (Moreno de Alba 1988:145). Así pues, la /s/ al final de sílaba, en estos dialectos, se articula como aspirada; por ejemplo, asco, se pronuncia /ˈahko/ o /ˈaxko/.

En la historia del español, un fenómeno semejante se observó en la evolución de la f latina, que se aspiró en el español antiguo y terminó desapareciendo, como en focale: /foˈkale/ > /foˈkale/ > /foˈgale/ > /hoˈgale/ > /hoˈgal/ > /o ˈga ɾ/ <hogar>. Esta aspiración, por lo regular, concluyó en una pérdida; sin embargo, puesto que el fonema involucrado se retrae a la zona velar, en algunos casos (excepcionales) se convirtió en un segmento fricativo velar sordo /x/, como en famelĭcu, que evolucionó a jamelgo. Seguimos observando este fenómeno en el español popular actual: juerte por fuerte, juimos por fuimos, etcétera.


› Siguiente sección – Lectura obligatoria

J. M. Lope Blanch. (1972). Estudios sobre el español de México. México: Universidad Nacional Autónoma de México, pp. 557-577.

EN TORNO A LAS VOCALES CAEDIZAS DEL ESPAÑOL MEXICANO

Desde que en 1921 consignó Henríquez Ureña la particular brevedad de las vocales átonas mexicanas —condición que, en algunos casos, originaba su pérdida— han aparecido varios trabajos en los que se estudia, de manera más o menos sistemática, este fenómeno.1 Sin embargo, sólo dos de ellos están dedicados exclusivamente a su análisis: el de P. Boyd-Bowman y el de M. J. Canellada y A. Zamora Vicente.2 Ambos son estudios muy importantes y meritorios, aunque, en mi opinión, no reflejan con absoluta exactitud la situación real del habla mexicana. El estudio de Boyd-Bowman, aunque muy breve, está lleno —como tendremos ocasión de comprobar— de valiosos aciertos y de felices intuiciones; pero lo reducido de su extensión, frente a la magnitud del problema, determina que sus conclusiones sean, aunque acertadas en su mayoría, meramente provisionales e impresionistas. El trabajo de los Zamora Vicente es, en cambio, mucho más extenso y sistemático; abundan también en él los hallazgos felices y los descubrimientos personales. No obstante, la acumulación de casos extremos —realmente esporádicos— como si se tratara de hechos normales del habla mexicana, puede producir en el lector una impresión que no creo que corresponda a la realidad lingüística de México.

Dada la relativa insuficiencia del primero de estos trabajos y la deformación apreciable en el segundo, me decido a volver sobre el tema, con la esperanza de aportar datos suficientemente amplios y, a la vez, reveladores del verdadero alcance del fenómeno. Para ello, he procurado que mi investigación, mis encuestas, tuviesen una amplitud superior a la de los trabajos precedentes, y, en segundo lugar, he recurrido al fatigoso método estadístico que —no obstante sus limitaciones— permite encuadrar todos los datos dentro de un sistema conjunto, revelando así más objetivamente la proporcional importancia y extensión de cada hecho particular.

Ha sido objeto de mi análisis el habla espontánea de un total de cien informantes pertenecientes a las más diversas clases sociales y culturales: personas de ambos sexos y de muy diferentes edades (entre los 15 y los 60 años), cuya habla representa la casi totalidad de las distintas modalidades lingüísticas que pueden escucharse en la ciudad de México: profesores universitarios, amas de casa, obreros, estudiantes de diversos niveles, oficinistas, sirvientes domésticos, artistas (músicos, actores, escritores), vendedores ambulantes, burócratas, hombres de negocios, periodistas, agricultores, etcétera.3

La gran mayoría de los informantes ha nacido en la ciudad de México, pero también hay entre ellos algunos procedentes de otras zonas del país; sin embargo, he procurado que estos últimos fuesen personas que hubieran residido al menos durante los últimos ocho años en el Distrito Federal.4 También he tomado en cuenta el habla de algunos mexicanos hijos de extranjeros (hijos de españoles, norteamericanos, árabes, judíos centroeuropeos, alemanes, etcétera), siempre y cuando tales personas tuvieran el español como primera lengua. Tres de los informantes son españoles nacidos en la Península, pero cuya residencia en México rebasa ya los 20 años.5

La voz de 52 de estos informantes fue grabada en cintas magnéticas, lo cual me permitía —en caso de vacilación— escuchar la articulación dudosa cuantas veces fuera necesario.6 El recuento estadístico, los porcentajes, etcétera, están hechos con base en estas grabaciones. La voz de los 48 informantes restantes no fue grabada, sino sólo escuchada y anotada a lo largo de conversaciones muy diversas. Los datos por ellos proporcionados me sirvieron únicamente para comprobar los resultados obtenidos con las grabaciones7 y para, determinar con mayor exactitud la proporción de reducción vocálica por individuo dentro de la colectividad (cf. infra, página 63). Los tipos de encuesta realizados son también de lo más diverso, y en todos ellos he procurado, naturalmente, que los informantes hablasen con la mayor espontaneidad posible. Se han registrado conversaciones sobre temas libres entre dos informantes, diálogos entre el informante y un investigador (generalmente, un estudiante del Colegio de México), monólogos, grabaciones de programas de radio,8 discusiones espontáneas, etcétera. De cada una de esas grabaciones he escuchado detenidamente —para hacer el acopio de material y el estudio estadístico— lo registrado durante un intervalo que oscilaba entre los 20 y los 30 minutos como mínimo, lo cual supone unas 20 horas de audición y muchos miles de palabras. Creo que, con ello, los resultados que proporciona este estudio serán muy próximos a la situación real, ya que no necesariamente idénticos a ella.

Como resumen, puedo anticipar que en la debilitación y pérdida de las vocales no se aprecia disposición sistemática alguna por lo que al nivel sociocultural de los hablantes se refiere. Como bien observaron ya Ma. J. Canellada y A. Zamora, el fenómeno puede aparecer “en todas las clases sociales, desde personas de cultura superior hasta los últimos estratos” (página 225); y lo mismo en adolescentes y jóvenes que en personas maduras o ancianas. Junto a un estudiante que debilite las vocales hasta el máximo y a cada momento, otro de su misma edad y condición social las mantendrá todas con igual firmeza que un castellano. No hay, pues, sistematización social ni cultural de ninguna clase.9 Si me viera obligado a declarar en qué ámbito parece producirse el fenómeno con alguna mayor regularidad o intensidad, tal vez pudiera decir que —los materiales por mí reunidos apuntan va­gamente hacia personas jóvenes de cultura media o superior.10

También debo advertir que no he tomado en cuenta algunos casos de extrema debilitación vocálica enteramente normales en el español general,11 sino sólo los que parecen ser más característicos de México y de la situación consonántica particular en que se producen.

Punto capital me parece el que se refiere al grado de debilitación —o pérdida— de la vocal. Creo que el oído me ha permitido distinguir cuatro grados diferentes, que van desde la pérdida aparentemente completa12 hasta una simple relajación intensiva de las vocales,13 pasando por dos grados intermedios: uno en que puede percibirse todavía un leve elemento vocálico, una vocal mínima o reducida —como la llamó Amado Alonso—, y otro en que la vocal debilitada es ya fácilmente perceptible.14 En estos tres últimos casos, la vocal puede estar ensordecida por las consonantes sordas próximas, circunstancia que —como veremos— es muy frecuente. Limitaciones de imprenta me obligan a transcribir estos cuatro grados de la siguiente manera: 1) estas, antes…; 2) estas, antes…; 3) estas, antes… ; 4) ant-s (pérdida total). Cuando las vocales se ensordecen, las pongo entre paréntesis: ánt(e)s, ant(e)s, ant(e)s, etcétera. También pongo entre paréntesis las consonantes ensordecidas: bai(l)-s, ot(ro)s, etcétera.

Si bien este afán de distinción gradual exige un mayor esfuerzo y plantea, muchas veces, serias dificultades,15 he puesto de mi parte todo lo posible por mantenerlo, pues no me parecía justo simplificar la realidad reduciéndola a dos únicos casos: pérdida y debilitación intensa. Supongo que esa simplificación es la que torna discutibles muchos de los ejemplos ofrecidos por Zamora Vicente en su trabajo, donde presenta casos de pérdida total en situaciones en que, sin duda, debía de haber —de acuerdo con los materiales por mí reunidos— algún elemento vocálico. De la deformidad de estos ejemplos da prueba el hecho de que, leídos conforme a las transcripciones que ofrece Zamora, resultan incomprensibles para los mismos mexicanos. Es lo que ha sucedido con bárzbés ‘varias veces’ (página 231), cuya trascripción más aproximada sería [báriazbés-s]; de bárskséchs ‘varias cosechas’ (pá­gina 235; tal vez [bárias k(o)séch(a)s]); de enseflíts ‘encefalitis’ (página 229; acaso [ens(e)falít(i)s]); de losornménts:fráils (‘los ornamentos de los frailes’, página 235); de bífn-trés (‘vivo interés’) y preséts-fíns (‘preceptos divinos’, página 239) y de otros ejemplos que los mexicanos no pueden interpretar. El caso de gentsksestablésn (‘gentes que se establecen’, página 231) resulta poco menos que impronunciable, por lo que —sirviéndome de la gradación explicada— me atrevería a suponer [xént-s k(e)sestablésen] Lo mismo podría decirse de la transcripción lsj’ntes (página 287; acaso [las ntes] y de parn-t’sco (página 239; tal vez [pa/ren/t(é)s/ko]).16

También he procurado determinar en qué número proporcional de personas se produce el fenómeno, y qué grado de intensidad alcanza en cada una. Basándome en el habla de los informantes cuya voz ha sido grabada,17 he llegado a los siguientes resultados: en poco más del 15% de los hablantes no se produce prácticamente ni pérdida ni debilidad anormal de vocales; en un 23% el fenómeno aparece sólo ocasionalmente; sigue un tercer grupo (19.2%) en el que la pérdida o reducción se produce todavía con poca intensidad; el 17.3% de los mexicanos relajan ya las vocales con cierta regularidad, según una frecuencia que podríamos situar a medio camino entre la pérdida meramente ocasional y los casos extremos; un 11.5% de ellos rebasan esta situación intermedia y un 13.4% representa los casos extremos de pérdida muy frecuente y notable. Son, pues, menos los hablantes en los que el fenómeno es relativamente acusado (42.2%) que aquellos en los que sólo se da ocasionalmente o con poca frecuencia (57.8%).18

Otra observación fundamental: el debilitamiento o pérdida de las vocales no depende básicamente de la posición silábica que la vocal guarde con relación al acento principal de la palabra, sino del entorno consonántico que la envuelva.19 Cualquier vocal átona, sea inicial, final o intertónica, podrá debilitarse o mantenerse de acuerdo con la influencia de las consonantes en contacto. Los autores de anteriores estudios han dispuesto sus materiales de acuerdo con la tradicional distinción entre sílabas tónicas, protónicas, iniciales, etcétera. Creo que ello enturbia la realidad de los factores determinantes del cambio. Lo que verdaderamente importa es el contacto consonántico. Por no partir de esta base, considero que se equivoca Zamora al afirmar que “siendo postónica, cualquier vocal es susceptible de elisión” (página 230). No lo creo. Sucederá sólo si las consonantes próximas lo permiten. Entre /g/ y /n/, entre /b/ y /d/ o entre /b/ y/g/, por ejemplo, no he recogido ni un solo caso de pérdida de vocal, y no alcanzo a imaginar que se pronuncien actualmente en México voces como zángano, órgano, vértigo, plúmbago, o ávido sin la vocal postónica: [sángno], [órgno], [bértgo], [plúmbgo], [ábdo].

El número total de vocales perdidas o anormalmente debilitadas que presentan mis 52 grabaciones magnetofónicas es relativamente pequeño: 2,284. Digo “relativamente” porque, si bien la cifra no es desdeñable, resulta menor de lo que tal vez pudiese hacer pensar el estudio de los Zamora Vicente.20 Para que podamos hacernos una idea aproximada de la intensidad o frecuencia relativa del fenómeno dentro del discurso, transcribo a continuación dos breves pasajes de mis grabaciones. El primero corresponde al informante número 1, muchacho de 18 años, de cultura media, oriundo de Mérida, pero residente en el Distrito Federal desde los seis años de edad; persona en quien con mayor constancia se aprecia la reducción de vocales. El segundo pasaje corresponde a la informante número 18, estudiante universitaria de 20 años, del D. F., que habla inglés, francés y algo de portugués. Representa el peldaño intermedio en la escala de reducción vocálica que va desde los casos de debilitación o pérdida meramente esporádica hasta los casos extremos.21

Informante número 1: yeste m- puse a leer el periódico; (e)stuve leyendo un rato, y lwego p-s comimos en la casa de X… a la una y media comim-s, y en la tarde ¡ah, no!, pero comimos en casa de unos tíos míos; bueno, unas tías primas de mis papás, k-stán (= que están) viviendo por allá, por Álamos; y comimos y de allí me fui al teat(ro). Salí del tiatro, y p(we)s me fui… este… me vine acompañando a una muchacha ¿no?, que p-ses mi novia. Digo, de allá, del tiatro ¿no? la llevé a su casa… ¡Ah!, nos trajo Juan, por cierto; nos trajo Juan. Y… y ya nos fuimos en… casa un rato, y luego ella sevino y yo me quedé en la casa, Luego entré, cené, ~ [= me] puse a ver televisión ta sesentaiséis, k(e)so [= que eso] no me la pierdo. Y este… m puse a trabajar y acabé como a la una más o menos e [= de] trabajar. Por cierto que eso me ocasionó que no me levantara hoy para entregar el trabajo k-estaba yo haciendo ayer. Entons’s… bueno, los martes, jueves y sábados me. baño aquí, en mi casa|.

Informante núm. 18: |Sí, pero hay tantos obstáculos para el Mercado Común ahorita… pues… por ejemplo el ingreso per cápita está muy bajo en los países… casi todos tienen… una economía muy retrasada; no podrían llegar a un nivel como el del Mercado Común muy pronto. Además el dominio que tiene Estados Unidos sobre América Latina es un gran impediment(o)|.

De los 2,284 casos de reducción vocálica reunidos, sólo 44 corresponden a vocales tónicas,22 ninguna de las cuales desaparece por completo (fransés, bichítos). Esto representa algo menos del 2% del total, frente al 98% de casos en posición átona.

La consonante que más favorece el debilitamiento y pérdida de cualquier vocal es, sin duda alguna, la /s/, como ya había advertido muy atinadamente Boyd-Bowman.23 De los 2,284 casos registrados, 2,036 presentan contacto anterior o posterior de la vocal con /s/, lo cual equivale a casi el 90% del total absoluto. La posición de las vocales con relación a la sílaba tónica es —ante tan enorme porcentaje— cosa muy secundaria. Otro hecho que me parece de notable importancia es que la gran mayoría de esos 2,036 casos presenta combinación de vocal + s, especialmente trabada; sólo en el 7% escaso de estos ejemplos (140 en total) hay contacto anterior con /s/ [parés(e)k(e) no], [universidad]), en tanto que los casos de contacto posterior llegan a 1,372 (= 67.3%): [dient(e)s], [ant-s], [unidos], [mejores], [chicas], [centavos], [pescar], [digamos], [much(o)s], [del ospital, etcétera. Los 524 casos restantes (= 25.8%) presentan la vocal entre dos /s/: [entons-s], [des(e)sperado], [nos (e)stán], [cos(a)s], [sostener].

Es posible que el carácter especial de la /s/ mexicana influya en el oscurecimiento y pérdida de la vocal que está en contacto con ella. Amado Alonso, tratando de explicar la posible pérdida de vocales en el español de Nuevo México, se inclina a pensar que el fenómeno consiste “en la pronunciación breve de las vocales y en una tendencia especialmente fuerte a articular la vocal simultáneamente con la consonante prolongable que esté en su contacto”, de tal manera que “la articulación de la continua cubra a la de la vocal tanto por anticipación como por dilación” (BDH, I, 438-439). Creo que esto es, básicamente, lo que sucede en México. La /s/ mexicana, de timbre muy agudo y peculiarmente larga en su duración,24 cubre a la vocal próxima, embebiéndola en sí misma y ensordeciéndola en no pocos casos.25 De ahí que la combinación particular de dos consonantes entre las que puede ir situada la vocal que más favorece su reducción y pérdida sea precisamente svs: los 524 casos registrados representan casi el 23% del total absoluto.

Cualquier consonante puede preceder a la combinación de vocal + s. He hallado ejemplos de debilitación o pérdida vocálica en contacto anterior con todas y cada una de las consonantes del sistema fonológico mexicano, según puede advertirse en el siguiente cuadro:26

I vocal + s = 1,896 casos (85%)
pvs tvs kvs
222 (9.7%) 314 (13.7%) 206 (9%)
fvs svs cvs xvs
20 (0.9%) 524 (22.9%) 88 (1.7%) 20 (0.9%)
bvs dvs rvs yvs gvs
36 (1.6%) 144 (6.5%) 80 (1.8%) 18 (0.8%) 2 (0.09%)
mvs nvs ñvs
92 (4%) 82 (8.6%) 18 (0.8%)
lvs
28 (1.2%)
|vs (vocal)vs
21 (0.9%) 81 (8.5%)

Este cuadro nos permite hacer varias observaciones a los resultados obtenidos por Boyd-Bowman. Es cierto que son las consonantes oclusivas sordas /t/, /p/ y /k/ en combinación con /s/ las que más favorecen la relajación de vocales, pero la combinación svs las sobrepasa netamente.27 De las consonantes sonoras, es la dental la que más propicia la debilitación vocálica ([ustedes]. [unid(o)s], [todos], [disponer]) y aun la pérdida absoluta ([ciudad-s]). Siguen en importancia las nasales, sobre todo /m/ ([problemas], [comes]), especialmente en el morfema verbal de primera persona plural ([estam-s], [digam(o)s]. [tenemos], [llevamos], y la /n/ ([men-s], [regiones], [tienes]).28

Boyd-Bowman no había registrado ningún ejemplo de combinación con /y/ o con /r/; aparecen, no obstante (por lo menos en el habla actual), aunque en menor proporción ([ell(o)s], [call(e)s]); especialmente con /r/: [exteriores], [centauros], [culturas].29 Además, agrupada con /t/, es relativamente fácil que la /r/ se ensordezca y asibile, relajándose muchísimo, sobre todo en ciertas palabras de uso muy frecuente: [nosot(ro)s], [nuest(ro)s], [ot(ro)s], etcétera. En una ocasión el informante número 1 pronunció [nuest(ro)s], casi [nues(o)s] (cf. “sayagués” nueso, esp. ant. maese).30 y en otra, el informante número 22 (oficinista de 31 años) asibiló y ensordeció la /r/ agrupada con /t/ ante diptongo tónico: “los dos t(rió)s que llegaron”. Reducción semejante a la de trvs en la combinación prvs: [p(e)sisamente], [ap-simadamente], [p-sioso).31

Aparte de la /r/, la única consonante que no parece favorecer la pérdida es la /g/: en los dos únicos ejemplos registrados (ambos en la palabra gringos), la vocal es claramente perceptible, aunque esté ensordecida: [gring(o)s]. Si bien el porcentaje de casos con /č/ no es muy elevado, ello no significa que este fonema no favorezca la reducción vocálica; puede explicarse por la relativamente baja frecuencia de aparición del fonema en la lengua española. Pero de que la /č/ favorece la relajación de vocales -110 sólo átonas ([much(a)s]. [Sánch(e)s]. [muchach(o)s])— da prueba el hecho de que la mayoría de las vocales tónicas debilitadas que he reunido esté en contacto con /č/ (11 en total. o sea casi el 32% de los casos de vocales tónicas relajadas): [ch(i)st-s]. [much(í)simo], [bich(i)t(o)s].

Otra observación significativa: de los 1,896 casos en que la vocal va seguida por /s/, casi el 71% corresponde a combinaciones con consonante sorda anterior, en tanto que a las combinaciones con sonora sólo corresponde el 23%. Difícilmente podría un quimógrafo como el utilizado por los Zamora Vicente registrar las vocales mínimas ensordecidas por las consonantes sordas que las envuelven; sólo con la ayuda de un espectrógrafo podrá determinarse la presencia o ausencia total de elemento vocálico sordo.

No advierto en mis grabaciones la frecuente sonorización de /s/ a que se refieren Canellada y Zamora (página 232 y nota 20). Advierto, sí, que en los casos de pérdida vocálica la /s/ es todavía más tensa y aguda que de ordinario,32 pero generalmente sorda. Es posible que esta particularidad cambie mucho de individuo a individuo. Lo que yo he encontrado en no pocos casos es precisa­mente el fenómeno contrario, o sea, el ensordecimiento de fonemas consonánticos sonoros próximos a /s/, especialmente ante pausa: [nosot(ro)s], [bai (l)-s], [ca (y)(r)s], [a (ñ)(o)s], etcétera.33 El ensorde­cimiento de las vocales debilitadas es constante, sobre todo entre consonantes sordas. Entre svs: [clas(e)s], [pes(o)s], [cos(a)s]. Entre čvs: [muchach(o)s], [much(a)s]. Entre tvs: [dient(e)s], [minut(o)s], [est(a)s], [Pot(o)sí]. Entre kvs: [pork(e)son] ‘porque son’, [foc(o)s], [inc(a)s]. Entre fvs: [prof(e)sor], [of(i)sina]. Entre pvs: [p(e)s ‘pues’, [p(i)stola], [emp(e)sé] ‘empecé’. Entre xvs: [fíj(e)s(e)], [hij(o)s]. Cuando precede consonante sonora, el ensordecimiento de vocal es mucho menos frecuente, pero se advierte sobre todo entre dvs: ([ciudad(e)s], [dormid(o)s]) y entre mvs (en el morfema verbal -mos: [digam(o)s], [recibim(o)s]). Alguna vez, esporádicamente, entre rvs: [prof(e)sor(e)s], ñvs [añ(o)s], yvs [ell(o)s], gvs [gring(o)s], etcétera.34

Por otro lado, conviene señalar que la debilitación extrema o la pérdida de vocales se da casi exclusivamente en presencia de alguna consonante sorda. Observo que la reducción se produce —en casi el 69% de los casos— entre dos consonantes sordas; en el 29%, entre sonora y sorda; pero sólo en poco más del 2%, entre dos sonoras o entre sonora y pausa.

Volviendo a la combinación particular svs, falta comentar una cuestión de gran importancia, que se relaciona estrechamente con el grado de debilitación de las vocales a que ya me he referido. Según Zamora Vicente, “el nexo final s + vocal átona (o diptongo) + s, sea o no forma de plural, queda convertido casi siempre en una sola s larga”, de tal modo que “a menudo se con­funden singular y plural” (página 234). Y ofrece ejemplos como éstos: [serbís:] ‘servicios’, [cõsecuéns:] ‘consecuencias’, [balás:] ‘ba­lazo’ y ‘balazos’, [dios:] ‘Dios’, ‘dioses’ y ‘diócesis’. Creo que en estas afirmaciones hay un error de interpretación: ni la combinación svs se resuelve en una sola s larga, ni hay confusión de singular y plural. En el caso svs hay casi siempre35 una transición silábica claramente perceptible, una interrupción breve pero evidente; su articulación no coincide con la de una s larga, sino que se acerca más a la de las consonantes geminadas. Transcribir esa combinación mediante [s:] no creo que corresponda a la realidad; por ello, trato de representar gráficamente esa particular articulación empleando el mismo recurso que usó Amado Alonso para los casos similares del navarro (z-z-pone: BDH, I, 433) y ya Henríquez Ureña para el habla mexicana (pas-sté; quessede: BDH, IV, 336). Así, son cosas muy distintas Dios [dios], dioses [diós-s] y diócesis [diós(e)s-s] o [d iós-s(e)s]. Que el resultado de svs no es una sola s larga ya lo había advertido muy claramente Boyd-Bowman: “Cuando hay encuentro de dos s, una es siempre silábica. En es’s, gras’s, entons’s no tenemos una s larga y uniforme (*entons:), sino dos: la división silábica entre ellas va marcada por un ligero y brevísimo relajamiento de la sibilación, sin que ésta deje de ser continua y sorda. Con una s fuerte y continua (*es:, *gras:), las palabras quedarían extrañamente alteradas” (nota 5). He pronunciado, en efecto, algunas de las transcripciones de Zamora ante hablantes mexicanos (como gras:, balás:, libanés:) y, o no las entendían en absoluto, o las interpretaban siempre como singulares. Para que pudieran juzgarlas como formas del plural, tenía que marcar la transición silábica normal: libanés-s. Y es que en casos de pérdida vocálica total, la /s/ parece ser una verdadera consonante silábica, de tal manera que la división por sílabas no corresponde tampoco a la que ofrece Zamora Vicente. Según él, “cuando la vocal desaparece detrás de s, ésta se agrega a la sílaba anterior si acaba en vocal: [nós justifican] ‘no se justifican’, [nós concluyó] ‘no se concluyó’, etcétera” (página 282), y así ofrece divisiones silábicas como nós/ke (‘no sé qué), pres/pést (‘presupuesto’: ¡dos sílabas!), prés:/ment (‘precisamente’: también dos sílabas; página 289), cos: (‘cosas’: una sílaba), gr’s: (‘gracias’; página 287), benefís: (‘beneficios’; página 235), todo lo cual resulta discutible. En primer lugar, creo que 1a s “silábica” no se agrega a la sílaba anterior, sino que sigue siendo distensiva, de tal manera que la diferencia que existe en México entre nos justifican y no se justifican reside no sólo en el carácter tónico de la /o/ del segundo sintagma, sino también en el distinto silabeo de las dos frases: [nos/jus/ti/fi/can] ‘nos justifican, frente a, [nós/s/jus/ti/fi/can] ‘no se justifican’. De ahí que, en segundo lugar, no creo que sea enteramente acertado transcribir la palabra presupuesto en dos sílabas, sino en cuatro: [pre/s/pés/t(o)];36 ni no sé qué por nos/ke, sino por [nó/s/ké]. El sistema de transcripción seguido por Zamora es quizá una de las causas de que su estudio pueda producir una impresión algo deformada —por exceso— de la realidad.

Ya he indicado (cf. supra) que de los 2,036 casos de debilitación o pérdida vocálica en contacto con /s/, sólo en 140 hay contacto anterior.37 Las combinaciones particulares en que aparecen están señaladas en el cuadro siguiente.38

s + vocal = 140 casos (6.1%)
svp svt svk
14 (10%) 11 (7.7%) 17 (12.1%)
svf svs svc svx
5 (5.6%) (cf. cuadro 1) 1 (0.7%)
svb svd svr svy svg
4 (2.9%) 12 (8.6%) 4 (2.9%) 7 (5%) 2 (1.4%)
svm svn svñ  
18 (12.8%) 20 (14.5%) 2 (1.4%)
svl
9 (6.4%)
sv sv (vocal)
8 (5.7%) 6 (4.5%)

Sólo un par de observaciones importantes se desprenden de ese cuadro: en primer lugar, la que se refiere al alto porcentaje de las combinaciones de /s/ con nasal (más del 27%): y, segundo lugar, el hecho de que el carácter sordo o sonoro de la consonante siguiente parezca influir mucho menos en la debilitación vocálica que en las combinaciones de consonante + vocal + s.39 Esto, tal vez, porque la /s/ se apoya —embebiéndola y a veces ensordeciéndola— en la vocal siguiente, con la que forma sílaba, sin que guarde relación muy estrecha con la consonante que sigue (compárese an/ts con trán/s(i)/to). Quizá por esta misma razón, en casi todas las combinaciones de s + vocal el elemento vocálico es más fuerte que en los ejemplos de vocal + s, y los casos de pérdida completa de la vocal ([sfuera) ‘se fuera’) son muy poco frecuentes: no llegan al 5%.

Los casos de debilitación o pérdida de vocales que no están en contacto con /s/ ascienden en total a 248, lo cual representa únicamente el 10.9% escaso de los ejemplos reunidos en mis grabaciones.

La distribución relativa de esos casos puede apreciarse fácilmente en el cuadro siguiente:40

248 casos
pv tv kv
10 (4%) 77 (31%) 61 (24.6%)
čv xv
28 (11.3%) 6 (2.4%)
bv dv rv
2 (0.8%) 6 (2.4%) 4 (1.6%)
mv nv lv
28 (11.3%) 24 (9.7%) 2 (0.8%)

Se advierte de inmediato que la debilitación —y ahora rarísima vez pérdida absoluta— de las vocales se limita prácticamente a cuatro casos: en contacto anterior con /t/, con /k/ y con /e/, y en contacto anterior o también posterior con nasal. Ejemplos: [part(e)], [plát(i)k (a)s], [k(e) tengan], [ark(i)tecto], [lo k(e) pasa], [anoch(e)], [much(o) trabajo], [tiêk(e)], [~puse] ‘me puse’, [ntons-s] ‘entonces’, [komba] ‘como va’, [mprimer], etcétera.41

Los casos de ensordecimiento de vocales originado por consonante sorda distinta de /s/ son relativamente numerosos: 150 en tota1.42 De ellos, el 42.6% corresponde a vocal precedida por /t/: casi el 32%, a vocal precedida por /k/; y el 12% a vocal tras /č/. De tal manera que sólo a estos tres fonemas /t, k, č/ corresponde el 86% del total de los casos de ensordecimiento sin /s/.

Hasta ahora he indicado cuáles son los entornos consonánticos que más favorecen la pérdida, debilitación y ensordecimiento de vocales, pero no he precisado en qué proporción se produce la pérdida absoluta y en qué medida quedan rastros de elemento vocálico.43 Creo que es sumamente importante tratar esta cuestión.

De los 2,284 ejemplos reunidos en total, sólo creo encontrar pérdida completa de vocales en 400, lo cual representa únicamente el 17.5%. Pero si tenemos en cuenta que 119 de esos 400 casos son ejemplos de [ps] ‘pues’, y 63 lo son de [ntóns] ‘entonces’ —palabras de articulación muy especial por lo continuo de su uso— quedarían sólo 218 casos de pérdida vocálica en voces normales, lo cual representa únicamente el 4.5% del total de ejemplos.

También dentro de estos 400 casos, las condiciones favorecedoras de la pérdida coinciden casi exactamente con las condicio­nes generales expuestas en las páginas anteriores: en la inmensa mayoría de los casos, la pérdida se produce en contacto con /s/.44 El grado máximo de debilitación —pero sin llegar a la pérdida total: [ant(e)s], [salimos], etcétera— se da en 868 ejemplos, lo cual representa el 38% del total absoluto.45 En el 44.5% restante, el elemento vocálico es ya claramente perceptible, aunque pueda estar más o menos ensordecido.

Por lo que respecta a la predisposición de cada una de las vocales para la pérdida, debo observar que la que con mayor frecuencia se relaja es la /e/ (980 casos = 42%), vocal que —para­lelamente— es la que con mayor facilidad desaparece por completo. Le siguen la /o/ (548 casos = 24%) y, relativamente. la /i/ (127 ejemplos = 5.6%). La /a/ parece ser mucho más resistente, pues si bien el número total de casos en que aparece reducida es algo superior al de la /i/ (160 = 7%), hay que tener en cuenta que el fonema /a/ se usa con mucha mayor frecuencia que el fonema /i/ en el habla española (su porcentaje de aparición es del orden del 13%, según los cálculos de Tomás Navarro —con lo cual resulta ser la vocal más empleada en nuestra lengua—, en tanto que el de /i/ sólo llega a 4.7%). Además, la pérdida com­pleta de la /a/ es muy poco frecuente; por lo general se mantiene como vocal reducida.46

No es raro que la reducción o pérdida pueda afectar a parte de un diptongo o a todo él —inclusive siendo tónico: [t(rió)s]—47 o a un hiato, especialmente si está formado por una misma vocal repetida. De lo primero he reunido 247 ejemplos (= 10.8% del total absoluto) y de hiatos —en fonética sintáctica— 182 casos (7.9%). Sin embargo, hay que advertir que de esa alta proporción de diptongos debilitados gran parte corresponde al bordón pues, articulado [ps] o [pes] o [pos] o [pwes]. He aquí algunos ejemplos:48 [gras] o [gras(a)s] ‘gracias’, [ejersis(io)s], [estud(io)s], [susposo] ‘su esposo’, [k-stá] ‘que está’, [éss] ‘ése es’, [nostá] ‘no está’, [aikempesár] ‘hay que empezar’, y, con acento, [késo] ‘queso’.

Una última observación: todos los fenómenos anotados parecen ser más frecuentes o acusados ante pausa, especialmente final. Así, un mismo informante dijo —con separación de pocos segundos— “acabar la tesis//”, pero “…la tesis de maestría”, Y otro, también con un breve intervalo, “…y los president(e)s//”, frente a “…algunos presidentesde México”. En especial el ensordecimiento y debilitación de vocal precedida por /t/ (sin contacto posterior con /s/), se produce casi exclusivamente ante pausa; “…muy bien físicament(e)//”, Lo mismo ha observado Raúl Ávila en la tesis antes mencionada (cf. nota 1).

*    *    *

Hasta ahora, el fenómeno de reducción extrema de vocales se ha estudiado como una característica del habla de la altiplanicie mexicana. Pero es evidente que se produce en un área mucho más extensa. Aunque no haya sido investigado detenidamente fuera de México, el fenómeno puede rastrearse en varias investigaciones sobre el español de Hispanoamérica. Ya Henríquez Ureña, al hablar de las vocales caedizas del mexicano (BDH, IV, 336), advertía que algo muy semejante sucedía “en las sierras del Perú49 y Bolivia: Potosí = Potsí“. Respecto de Bolivia, también Canfield, al transcribir fonéticamente el habla de un informante boliviano,50 registra pronunciaciones como [ráms] ‘ramas’ y [orárjos] ‘horario es’, y —refiriéndose al español de El Salvador— afirma que “la palabra precisamente puede oírse [priqamente]” (cf, §33), o sea, casi como en México; lo mismo, en [qeqaróin] o [se esaróin] ‘se desarrollan’ (§77). El propio Canfield documenta el frecuente “ensordecimiento de vocal final tras sorda” (§40), especialmente entre mujeres, y tras /č/ (noche) o /s/ (casa), si bien advierte que “no es tan marcada esta tendencia como en México ni en el Perú”.

Aunque Humberto Toscano apenas hace alusión a este fenómeno en su estudio sobre el español del Ecuador51 y en una Gramática castellana de reciente publicación —en la que consigna pronunciaciones como [plúms] ‘plumas’ y [mercéds] ‘Mercedes’ (cf. BICC, 17, 1962, página 705)—, es indudable que el fenómeno tiene gran fuerza, al menos en la sierra ecuatoriana. Personalmente, en Quito he reunido los siguientes ejemplos oyendo hablar durante unos pocos minutos a un profesor ecuatoriano: [clases, síntesis, entons-s, entonses, losestudiantes, altos, diferent(e), cuatro cient(o)s ochenta, suficiente tiempo, universidades, losestados unidos, métodos, tenemos, algun-s, extranjeras, sociales, (e)ste, profesor, prof(e)sores, universidad, cinco]. Es decir, todos casos de debilita­ción o pérdida de vocal —inclusive tónica— prácticamente siempre en contacto con /s/. Por lo que se refiere a Colombia, Luis Flórez, ha llamado la atención sobre el fenómeno en varias ocasiones, con ejemplos muy semejantes a los que pueden encontrarse en México (presisamente, ssenta, Sntander, muchísmas), y en especial tratándose de /i/ —átona o tónica— precedida por /s/ o /č/: visita, diesisiete , sseñora, chstó, etcétera.52 Mi colega y amigo José Pedro Rona me comunica que algo muy semejante ocurre en la provincia argentina de Santiago del Estero.

Tenemos, pues, registrado el fenómeno en El Salvador, Perú, Bolivia, el Ecuador, la Argentina y Colombia. Nada de extraño tendría que se hallase en otras zonas hispanoamericanas. Sería preciso disponer de otros tantos estudios monográficos para saber en qué grado de desarrollo se encuentra y en qué condiciones se produce. Por las muestras, puede pensarse que estas últimas son muy semejantes a las de México.

Notas

1 La relación de dichos trabajos, a partir del de Aurelio M. Espinosa sobre el español de Nuevo México, puede verse en las primeras páginas del artículo de Ma. J. Canellada y A. Zamora Vicente sobre “Vocales caducas en el español mexicano”, NRFH, 14 (1960), 222-241. Con posterioridad a este artículo se han vuelto a ocupar del problema” Ma. de Lourdes Acosta Lozano (en su tesis presentada ante la Universidad de México en 1963 sobre Algunos aspectos del. habla de Zacapoaxtla, Puebla) y Raúl Ávila (también en una tesis sobre el habla de Tamazunchale: Aspectos fonéticos ‘Y léxicos del español hablado en Tamazunchale, San Luis Potosí, México, 1967).

2 El estudio de P. Boyd-Bowman, sobre “La pérdida de vocales átonas en la altiplanicie mexicana”, también se publicó en NRFH, 6 (1952). pp. 138-140. El de los Zamora Vicente es el descrito en la nota anterior.

3 En síntesis, las características de mis informantes son las siguientes: personas de cultura superior: 16%: de cultura media: 40%; de cultura primaria: 25%; analfabetos (o semianalfabetos): 19%. Hombres: 43: mujeres: 57. Menores de edad: 25: entre los 21 y los 50 años: 62: mayores de 50 años: 15. En algún caso, aludo a determinados informantes por medio de un número (del 1 al 52). Su ordenación no es caprichosa: parte del informante en quien con mayor frecuencia e intensidad se produce el fenómeno de debilitación y pérdida de vocales y llega al núm. 49, informante en quien nunca se produce el fenómeno. Los núms. 50, 51 y 52 corresponden a tres informantes especiales, de origen español (cf. infra, nota 5).

4 Esto con el fin de reducir los límites de mi estudio y ganar en sistematización cuanto perdiera en extensión geográfica. De este modo, mi investigación se reduce a los fenómenos de debilitación vocálica apreciables exclusivamente en el Distrito Federal. Claro que el habla de la ciudad de México representa —con sus cinco millones de habitantes— la modalidad lingüística más importante, no sólo de la altiplanicie mexicana, sino de toda la República, ya que es el habla propia de la séptima parte de la población total del país. (Esta cifras corresponden a la situación demográfica del año en que fue hecho el estudio: 1963, si no recuerdo mal).

5 La elección de estos tres informantes de habla castellana peninsular —lle­gados a México cuando tenían algo más de 20 años— creo que se justifica por el hecho de que podrían servir para atestiguar la fuerza expansiva de la particular articulación mexicana de 131 vocales. A juzgar por ellos, no parece ser excesiva. El núm. 50 —mujer semiculta, ama de casa, originaria de Segovia— no revela contagio alguno digno de tomarse en consideración. En el habla del núm. 51 —hombre de negocios, relativamente culto, nacido en Navarra y educado en Madrid— y en la del núm. 52 —hombre de cultura superior, universitario, de Castilla la Nueva —se aprecia cierta propagación del fenómeno de reducción vocálica, que los sitúa dentro del grupo de personas en cuya habla se produce pérdida ocasional de vocales. En hijos de españoles, en cambio, nacidos ya en México, el fenómeno puede presentar la misma intensidad y frecuencia que en personas enteramente mexicanas.

6 Advierto que, en no pocas ocasiones, me vi precisado a escuchar 15 o 20 veces la misma palabra para tratar de determinar el grado de debilitación o de ensordecimiento de una sola vocal. Y que, en algún caso, mi interpretación no era absolutamente segura. Espero poder contar en breve con el auxilio de un espectrógrafo, lo cual me permitirá resolver con absoluta certeza esos casos dudosos. La mayoría de las grabaciones se conserva en el Colegio de México, donde se está formando un archivo magnetofónico del habla mexicana; otras fueron hechas por mí directamente.

7 Quise saber si —además de las posiciones consonánticas determinantes de reducción vocálica atestiguadas por las grabaciones— aparecía en el habla de otros informantes alguna situación consonántica distinta, no registrada. No sucedió así: todos los casos de debilitación o pérdida de vocal evidenciados por el habla de esos 48 informantes estaban ya ampliamente documentados en las grabaciones. Los resultados finales de esta serie de análisis hechos directamente coincidían con los resultados obtenidos mediante las grabaciones; por ello consideré innecesario seguir aumentando el número de informantes.

8 Muy pocas, ya que los locutores —aun en los momentos de mayor espontaneidad— suelen velar por la propiedad de su habla.

9 Ni la hay tampoco en el habla individual: cualquier hablante en el que se produzca reducción vocálica podrá articular una misma palabra de distinta manera cada vez; cf. el ejemplo que transcribo en la p. 65: [comimos], junto a [comimos], [comimos] y [comimos] sucesivamente.

10 Lo que sí puedo afirmar rotundamente —como ya han hecho con todo acierto Ma. Josefa Canellada y Alonso Zamora— es que no se trata de un fenómeno propio del habla rústica o característico de personas de escasa cultura. También en esto el español de México difiere completamente del habla de Nuevo México, y no responde a las mismas causas mediante las cuales Amado Alonso procuraba explicar la pérdida de vocales en el nuevo mexicano (cf. “Consonantes silábicas”, BDH, I, 431-439).

11 Así, no entran en mi estudio, ni por ende en el recuento estadístico, casos como l’agua, l’orquesta, noramala y norabuena, ñor, Ufemia (Eufemia), lacena (alacena), chacha, bujero (agujero), etcétera, que obedecen a otras causas y que pueden documentarse en cualquier región donde se hable español. Esta distinción no parece haberse observado en el trabajo de Zamora Vicente, donde —junto a casos de pérdida condicionada por las consonantes próximas, como cafesíto, p-storítos, etcétera—, se incluyen ejemplos como [orcar] (por ‘ahorcar’; sin duda derivado directo de horca),[ñor] (común a gran parte del dominio lingüístico del español: cf. A. Alonso, BDH, 1, 417.430), [cadabres] (que podría ser plural de un cadabre ‘cadáver’ ampliamente atestiguado) y [ventisínco] (como ejemplo de pérdida de la semivocal, cuando la forma venti- es normal —alternando con veinti— en gran parte del territorio de habla española).

12 Al menos hasta donde alcanza mi oído. No rechazo la posibilidad de que, inclusive en esos casos extremos, exista un elemento vocálico mínimo —sonoro o, más probablemente, sordo— que sólo los aparatos fonéticos modernos pueden registrar. En cuanto el Colegio de México disponga del espectrógrafo con que va a enriquecer su laboratorio, someteré algunos de estos casos al análisis de la máquina. Mientras tanto, me veo obligado a dar crédito a mi oído y a mantener ese cuarto grupo de “pérdida total de vocales”, a pesar de la autorizada opinión de Amado Alonso en el sentido de que el oído suele equivocarse en estos casos y tomar por consonantes silábicas “pronunciaciones que no lo son” (BDH, I, 435).

13 Digo “intensiva” porque no me refiero a la simple relajación normal en castellano de toda vocal átona, sino a una debilitación mayor, que sorprende sin duda al oído peninsular o a cualquier otro no habituado a la fonética mexicana. (Cf. la nota 12 del artículo de Canellada y Zamora).

14 A veces, vocal mínima indiferenciada, de timbre impreciso: [p(e)stola] ‘pistola’, [ermánes] ‘hermanos’ [est(e)s personas], etcétera.

15 Reconozco que muchas veces resultaba dificilísimo determinar al simple oído —a pesar de que, gracias a las grabaciones, podía escuchar cada caso cuantas veces considerara preciso— si existía todavía un elemento vocálico mínimo o no; y más aún decidir si una vocal relajada debía incluirse en el apartado tercero (elemento vocálico mínimo) o en el segundo (vocales muy debilitadas, pero ya más fácilmente perceptibles); y todavía más pretender hacer esa clasificación con igualdad de criterio en días distintos… Sin embargo, aunque doy por supuesto el error en la interpretación y clasificación de algunos casos, creo que ésta puede mantenerse, ya que la proporción de frecuencias no se apartará mucho de la realidad, dado el elevado número de ejemplos analizados.

16 Me asaltan serias dudas sobre la validez de algunos de los ejemplos que proporciona Zamora Vicente; en especial, el de [mnístroasúnts:teriórs] (por ‘ministro de asuntos exteriores’: p. 235). No creo que haya podido oírlo espontáneamente en labios de un mexicano, puesto que en México no existe el Ministerio de Asuntos Exteriores (denominación peninsular de la dependencia gubernamental) sino la Secretaría de Relaciones, y no hay, por consiguiente, Ministro de Asuntos sino sólo Secretario de Relaciones Exteriores. Podría pensarse que Zamora haya pedido a algún hablante mexicano que leyera esas palabras, pero no creo que, en tal caso, la pronunciación obtenida coincidiese con la transcripción que nos ofrece, ya que la pérdida de vocales suele producirse, naturalmente, en la pronunciación rápida, espontánea, de palabras normales en el sistema lingüístico de los hablantes, en especial de palabras de uso constante, cuyo desgaste es muy acusado.

17 Tal vez este número no sea suficiente para deducir conclusiones enteramente seguras a este respecto, pero permitirá al menos formarse una idea aproximada del alcance que —en dirección horizontal— tiene el fenómeno.

18 Como cabía esperarse, en el habla de estos últimos se produce la reducción vocálica casi exclusivamente en voces de uso muy frecuente: antes, pesos, gracias, entonces, nosotros, tardes, precisamente, pues, casas, otros, morfema verbal -mos, sintagmas que está, que es, etcétera.

19 El acento tónico sólo parece establecer una diferenciación: la que existe entre las vocales átonas —mucho más propensas a la caída— y las tónicas —mucho más resistentes—. Cierto que el fenómeno de debilitación vocálica llega a afectar a las vocales tónicas, como ya han señalado por primera vez Canellada y Zamora (y éste es uno de los principales hallazgos de su trabajo), pero sin que determine la desaparición plena de la vocal. Al menos en ninguno de los ejemplos por mí reunidos de vocales tónicas debilitadas se llega a su eliminación completa: podrán ser muy reducidas y sordas pero siempre creo percibir un elemento vocálico en la sílaba, más o menos embebido por las consonantes próximas.

20 Casos como los de la total desaparición de la /a/ tónica a que se refieren (p. 287); la reducción a dos sílabas de sintagmas que propiamente tienen cinco (non/s:ít = ‘no necesito’, p. 239; el hecho de que, si bien “muchas veces la vocal se restablece” [como si lo normal fuera la pérdida], “en multitud de casos desaparece por completo” (p. 240), hasta el punto de que haya “casos en que la frase se hace prácticamente ininteligible para el peninsular” (p. 241), son afirmaciones que acaso pudieran hacer pensar en una situación más grave de lo que menos de 2,300 casos de debilitación vocálica —correspondientes a un total de unas 80,000 palabras analizadas— permiten suponer. Me inclino a pensar que, cuando se producen situaciones de incomprensión entre mexicanos e hispanohablantes de otras nacionalidades, más se deberá a otras causas que a la reducción de las vocales. No obstante, también Dámaso Alonso había achacado a la debilitación de vocales la dificultad de comprensión del habla mexicana, si bien se expresaba con mayor comedimiento: “Esta tendencia es lo que principalmente hace a veces algo difícil para un castellano la comprensión de la conversación rápida entre mexicanos de las clases populares” (Memoria del II Congreso de Academias de la Lengua, Madrid, 1956, p. 89, nota).

21 Para facilitar el trabajo de imprenta sólo ofrezco transcripción fonética de los sonidos relacionados con el fenómeno que nos ocupa.

22 No incluyo en este número las palabras acentuadas que, dentro de la frase, se usan como proclíticas o enclíticas, o que llevan sólo un acento secundario: comer es todo; dar esta carta.

23 Cf. NRFH, 6, p, 188: “Nos parece importante observar que la pérdida de estas vocales inacentuadas ocurre casi exclusivamente en contacto con s, sobre todo entre s y otra consonante sorda, o con s al final de palabra”. En su tesis doctoral sobre El habla de Guanajuato (México, 1960), el párrafo dedicado al estudio de la pérdida de vocales se titula precisamente “Vocal átona en contacto con s”. En la mayoría de los ejemplos que ofrece Henríquez Ureña (BDH, IV, 336), la pérdida de vocal se produce en contacto con /s/; lo mismo sucede en todos los ejemplos que proporcionan Estrella Cortichs (p. 41) y Boyd-Bowman, así como en la mayoría de los que registran Acosta Lozano y Raúl Ávila.

24 Cf. Henríquez Ureña, DDH, IV, p. 126. “Es bien conocida la s mexicana… de timbre agudo, singular por su longitud entre todas las del mundo hispánico. Es probable que deba su carácter a la influencia del náhuatl, donde no existía la s, pero sí tres sibilantes parecidas, de larga tensión” (ibíd., p. 336). No negaré tajantemente esta posible influencia del sustrato, pero tampoco puedo olvidar que este tipo de s aguda y tensa aparece en otras muchas regiones de América, libres de influencia nahua, y que la reducción de vocales en contacto con s se produce igualmente en otros países (cf. infra, pp. 76-77).

25 Cf. Boyd-Bowman, p. 138: “Parece que la s mexicana, siempre larga y de timbre agudo (y más todavía en final de palabra), provoca el ensordecimiento de la ya abreviada vocal y en ciertos casos la asimila por completo”. Claro está que hablar de la s mexicana como de una articulación uniforme y de uso general es una simplificación deformadora. Esa [s] tensa y aguda es una de las muchas realizaciones fonéticas —alófonos— del fonema /s/ en México. Pero, de ninguna manera, la única. Esa [s] tensa y aguda —muy frecuente en las hablas del altiplano, dentro de las cuales se sitúa el habla de la capital— es precisamente, eso sí, la que parece favorecer el fenómeno de la debilitación vocálica.

26 Las cifras y los porcentajes de este cuadro se refieren al total absoluto. El único fonema tras el cual no hallo pérdida de vocal es f. Sin embargo. el informante núm. 1 (en quien mayor número de casos de pérdida se aprecia) debilitó en una ocasión toda la sílaba iniciada por f —tras pausa—, aunque se trataba precisamente de sílaba tónica y no había contacto con s: |~ puse a ver televisión, rúta s(e)sentaiséis|.

27 Boyd-Bowman pensaba que svs era combinación “más rara” que las tres anteriores. Ciertamente que en el elevado porcentaje svs influye de manera decisiva el repetido uso de la palabra entonces [entón-s] (233 casos), palabra que sufre muy intenso desgaste fonético debido precisamente a la frecuencia de su empleo. Pero no es menos cierto que también el alto porcentaje correspondiente a pvs se explica en gran parte por la abundancia de la palabra pues, que muchos hablantes utilizan a cada paso. (He reunido 169 casos en que figura dentro de la frase como elemento gramatical); y que en la proporción de kvs influyen los muy comunes sintagmas que se [k(e))se], que si [k(e)si], que está [k-stá], que es [kes] etcétera. También en otro aspecto —el de la cerrazón vocálica— resulta ser la combinación svs la que más afecta a la vocal. Observa Joseph H. Matluck, “La é trabada en la ciudad de Mé­xico”, AdeL, 3 (1963). p. 31, que el fonema /s/ “parece ser el que con más fuerza influye en la cerrazón de la vocal, sobre todo cuando ésta se encuentra entre dos /s/”.

28 La situación mexicana es, pues, muy distinta de la que refleja el estudio de Espinosa sobre el nuevomexicano (BDH, I, pp. 208-218) y de la que Amado Alonso advierte en los dialectos románicos: “nasal (sobre todo en inicial), r fricativa, l, y más rara vez s” (BDH, I, 436).

29 Pero no en la elevada proporción que suponía Zamora Vicente, en cuya opinión el contacto más favorecedor de pérdida sería, “inmediatamente” después del de s, el de r (p. 228). Yo no he encontrado ningún caso en que la r origine, por sí sola, pérdida total de vocales.

30 Son variantes relativamente frecuentes de nosotros las realizaciones [nosót(ro)s]. [nosó(d)os] y, en algún caso, [nosós].

31 Ambos fenómenos los consignó acertadamente Boyd-Bowman: “Hay dos ejemplos en los cuales una r agrupada desaparece junto con la vocal: psioso, nosot’s” (p. 139).

32 Tal vez sería más exacto decir que son precisamente las personas que pronuncian una s de timbre más agudo y de mayor duración que la ordinaria las que con mayor facilidad debilitan o eliminan las vocales.

33 Es lo mismo que había observado Boyd-Bowman (p. 139): grant ‘s, vif’s (‘vivos’: quizá mejor [bi(b)-s]), Venat‘s (‘Venados’). También lo ha advertido, en el habla de Tamazunchale, Raúl Ávila. Hay casos extremos de ensordecimiento que afecta a varias sílabas contiguas: [p-s k(r)(i)tikaeso] ‘pues critica eso’, [k(e)s(el)(e)] ‘que es el que’.

34 De ensordecimiento de vocales he registrado un total absoluto de 722 casos, lo cual supone el 31.6% de la totalidad de los ejemplos reunidos. De esos 722 casos, algo más del 79% presenta contacto —generalmente posterior— con /s/ (158 casos), kvs (125 ejemplos) y tvs (122 casos). A gran distancia, pvs (30 casos) y otras combinaciones. Para los casos de ensordecimiento de vocal que no esté en contacto con /s/ —el 20% restante, cf. infra, p. 74.

35 Con excepción de la palabra entonces; esta voz, muy empleada como muletilla inconsistente, ha sufrido un desgaste mayor y, a veces, llega a pronunciarse con una sola /s/ final, que puede ser muy breve y débil: [entons(e)s], [entons(e)s], [entons-s], [entón], [tóns] e, inclusive, [~tón]. En las demás palabras, únicamente por excepción he hallado algún caso de reducción silábica, y sólo en voces de mucho uso: [ne-sitába] por “necesitaba”, y [pre-samente] por “precisamente” (o sea, siempre entre s-s, y en casos de sucesión de sílabas átonas).

36 Detrás de /t/ y ante pausa, la vocal suele —como más adelante veremos— relajarse y ensordecerse, pero no llega a desaparecer: [inútilment(e)].

37 Esto, dejando aparte los 524 casos de combinación svs, que representan el 25.8% del total relativo.

38 Esos 140 casos representan sólo el 6.1 % del total absoluto, y un poco menos del 7% del total relativo a los ejemplos en contacto —anterior o posterior— con /s/. Los porcentajes indicados en el cuadro se refieren al promedio relativo de cada combinación sobre ese total de 140 ejemplos.

39 De svt 11 casos y de svd 12, mientras que de tvs registré 314 y de dvs sólo 144.

40 También aquí los porcentajes indicados bajo cada fonema se refieren a la proporción relativa de cada uno dentro del total de 248. Claro que, frente al total absoluto de ejemplos reunidos (2,284), estas cifras resultan insignificantes. Así, las combinaciones de vocal con /t/ —que en este cuadro son las más numerosas— apenas si representan el 3.4% del total absoluto (frente al casi 9°% de casos determinados por /s/).

41 Seis de los casos de vocal en contacto con nasal y cuatro de los de contacto con /t/ son ejemplos de debilitación de vocal tónica: [~tónzme] ‘entonces me’, [k (r)(í)t(i)ka] ‘crítica’, [(mú)chas], [múcho]. También en Castilla la vocal inicial absoluta seguida de n labiodental es muy reducida y —como observa Navarro Tomás, §89— es la nasal “la que suele predominar, absorbiendo en gran parte a dicha vocal anterior“. Como en México [emfermo], [emfriar], etcétera.

42 Lo cual representa —en relación con el total absoluto de 722 casos de ensordecimiento— algo más del 20% (cf. nota 34).

43 Se he señalado ya (cf. nota 34) la proporción de casos de ensordecimiento vocálico en cada situación.

44 Vocal seguida de /s/: 354 ejemplos; vocal precedida de /s/: 8. Total: 362 (o sea, el 90.5% de todos los casos de pérdida plena). Total de casos en que no aparece /s/: 38 (9.5%).

45 Insisto en que estos porcentajes son sólo aproximados, ya que no podría abrigar la pretensión de haber sabido interpretar y clasificar exactamente —al simple oído— todos los ejemplos reunidos. También en este caso de “conservación de un elemento vocálico mínimo”, las condiciones consonánticas son en esencia —como cabría esperarse— las mismas: en contacto con /s/: 795 casos (91.6%): sin presencia de /s/: 73 ejemplos (8.4%). Solamente en el caso de las vocales tónicas cambian estas proporciones, en favor de las combinaciones en que no aparece /s/: De los 44 casos reunidos, en 30 hay contacto con /s/ (68.1%) y en 14 no (31.8%). Claro que de estos 14 últimos casos, 9 presentan combinación con /č/, fonema cuyos efectos son muy parecidos a los originados por /s/.

46 Cosa que ya había advertido Boyd-Bowman: “En los casos pertinentes que pudimos observar, la a se relajó mucho, pero rara vez desapareció por completo: se oía aún un ligero elemento vocálico” (p. 139). Exceptuando la fórmula frecuente gras’s (‘gracias’), declara no haber advertido pérdida completa de /a/ más que en un caso: est’s milp’s (p. 140). Yo he hallado también (kóss]), [éss]. [muč-s] y algún que otro ejemplo.

47 Cf. supra. Esta circunstancia ya la habían advertido muy atinadamente Canellada y Zamora: “También los diptongas tónicos sufren a veces una reducción (total o parcial) de sus elementos: [impuéstos], etcétera” (p. 237).

48 Tal vez no sea enteramente superfluo observar que también en la reducción de diptongos o de hiatos desempeña papel decisivo la presencia de una /s/, sobre todo si es trabante.

49 En Cuzco he registrado yo algunos casos extremos semejantes a los mexicanos: [ya noent(re)s’p-s] ‘ya no entres, pues’.

50 Cf. D. L. Canfield, “Observaciones sobre el español salvadoreño”, Fil, 6 (1960), pp. 29-76, especialmente p. 62.

51 H. Toscano Mateus, El español en el Ecuador, Madrid, 1955; cf. p, 50: “Quito, a más de 2,800 metros sobre el nivel del mar, y la Sierra ecuatoriana en general, presentan idéntico carácter. El ejemplo [mexicano] de Henríquez Ureña [blocs pr’apúnts] podría fácilmente recogerse en Quito, Riobamba, Tulcán o Cuenca; el caso más típico de la deficiente pronunciación serrana de las vocales es la socorridísima conjunción pues, que en Quito se pronuncia generalmente p’s, según anotó Rosenblat (BDH, II, nota 102)”.

52 Cf. su libro Lengua española, Bogotá, 1955, p. 175; y, sobre todo, La pronunciación del español en Bogotá, Bogotá. 1951, §3.


› Siguiente sección – Sugerencias

Alvar, Manuel (dir.). (1996). Manual de dialectología hispánica: el español de América. Barcelona. Ariel.

Alvar, Manuel (dir.). (1997). Manual de dialectología hispánica: el español de España. Barcelona. Ariel.

Lope Blanch, Juan M. (1995/1997). “La norma lingüística y la lengua literaria”, en J. M. Lope Blanch. La lengua española y sus problemas. México. Universidad Nacional Autónoma de México, pp. 101-109.

Moreno de Alba, José G. (1988). “La fonética”, en J. G. Moreno de Alba. El español en América. México. Fondo de Cultura Económica, pp. 136-162.

Real Academia Española y Asociación de Academias de la Lengua Española. (2010). Ortografía de la lengua española. Madrid. Espasa Libros.

Real Academia Española y Asociación de Academias de la Lengua Española. (2011). Nueva gramática de la lengua española. Fonética y fonología. Madrid. Espasa Libros.


› Siguiente sección – Ejercicios

I. Observe el siguiente video.

Video original tomado de aquí

I- Responda las siguientes preguntas:

1) Según comenta Rafael Cano en el video, la pronunciación de la s es el rasgo que verdaderamente distingue el español andaluz. Cuando usted pronuncia la s, ¿dónde pone la lengua? ¿La punta de la lengua tocan los dientes superiores, los inferiores, la coloca entre los dientes? ¿El dorso de la lengua toca el paladar, los alveolos? Responda en el siguiente espacio y emplee la siguiente imagen para ubicar los puntos que toca la lengua al pronunciar la s.

2) Describa dónde se coloca su lengua al pronunciar una s.

3) ¿Qué otros sonidos se pronuncian de forma distinta en el español de México, en comparación con otras variedades del español?

4) A su juicio, ¿cuáles rasgos de la lengua hacen que el español mexicano se distinga más del resto de las variedades de habla hispana (los fonológicos, morfológicos, sintácticos…) y por qué?

 

II- Compare las transcripciones realizadas e indique las diferencias y similitudes entre los cuatro dialectos.

1- Diferencias

2- Similitudes

Realiza el Ejercicio III aquí 

Back To Top